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En medio de la terquedad de Gustavo Petro por sacar adelante una paz total en la que ya muy pocos creen, los grupos armados ilegales arreciaron sus ataques contra la población civil en plena Semana Santa.

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El Jueves Santo en horas de la tarde, la explosión de una moto bomba causó la muerte a dos hermanos y dejó heridas unas 20 personas en La Plata, Huila. Ese mismo día en horas de la mañana un carro cargado con explosivos en el municipio de Santander de Quilichao, Cauca, mató una mujer y dejó heridas otras 20 personas. El día anterior, en ese mismo municipio dos explosiones causaron la muerte de otra persona.

Es decir, las llamadas disidencias de las Farc, comandadas por alias Iván Mordisco, mantienen su ofensiva terrorista contra la población civil en Huila y Cauca, sin que las Fuerzas Militares y de Policía logren contener su arremetida criminal. Ni los llamados días santos pudieron impedir que ‘Mordisco’ y sus secuaces atentaran contra personas inocentes.

Mientras todo ello ocurre, el presidente Petro insiste en una “paz total” que sigue sin aparecer y sin mostrar resultados concretos, que se traduzcan en tranquilidad y bienestar para millones de colombianos. Petro cree que el voluntarismo del que hace gala es suficiente para alcanzar la desmovilización de grupos guerrilleros y criminales, cuyo sostenimiento está relacionado directamente con el narcotráfico, la minería ilegal y otras actividades al margen de la ley.

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Los hechos han demostrado –por desgracia– que la sola voluntad de Petro no es suficiente para alcanzar la paz que ofreció de candidato. Todo lo contrario: al pretender sacar adelante la paz total a cualquier precio, Petro pone en riesgo la vida de millones de colombianos a quienes tiene la obligación de proteger.

Y la mejor manera de garantizar la integridad y la vida de los colombianos es respaldando las Fuerzas Militares y de Policía, en su propósito de combatir las organizaciones guerrilleras y criminales. Maniatarlas con presurosos “decretos presidenciales”, redactados con altas dosis de romanticismo, ingenuidad y buena fe, es comprometer la vida de los colombianos, como sucedió en Huila y Cauca, donde colombianos inocentes perdieron sus vidas.

Aunque Petro y el ministro de Defensa, general (r) Pedro Sánchez, lo nieguen lo cierto es que alias Iván Mordisco tiene el control territorial de buena parte del Cauca y Huila. La población civil está a merced de su voluntad criminal. Es un hecho evidente que el Estado colombiano perdió el control territorial tanto del suroccidente como del suroriente del país. Esas son tierras de ‘Iván Mordisco’ y de sus secuaces, aunque Petro y su ministro de Defensa lo nieguen.

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¿Qué hacer ante la arremetida criminal de las disidencias de las Farc, al mando de alias Iván Mordisco? ¿Qué debe hacer Petro?

Fracaso total: ni erradicación manual ni sustitución de cultivos ilícitos

Mientras el gobierno de Petro no combata con eficacia los cultivos de hojas de coca en el suroccidente del país las organizaciones criminales, como las comandadas por alias Iván Mordisco, seguirán fortaleciéndose. Punto.

El narcotráfico ha sido –y sigue siendo con Petro como presidente– el mayor combustible de la guerra. Tanto en Cauca como Huila, Putumayo y Nariño hoy existe más coca sembrada que nunca. El “mar de coca” de hace unos años se convirtió en un “inmenso océano”. Petro fracasó en su plan de erradicación voluntaria de cultivos ilícitos. Mientras desmiente a su ministro de Defensa –que se atrevió a anunciar el regreso del glifosato para erradicar los cultivos de hojas de coca– el negocio del narcotráfico florece en el suroccidente del país.

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El más contento con todo lo que ocurre es ‘Mordisco’, quien –gracias a su negocio maldito– todos los días recibe miles de millones de pesos para asesinar colombianos inocentes. Tanto la erradicación manual como la sustitución de cultivos ilícitos, como fueron diseñadas por Petro, están condenadas a fracasar.

En estos momentos no hay ni erradicación manual ni sustitución de cultivos. Lo que hay son cientos de miles de hectáreas de hojas de coca sembradas, listas para ser compradas por los socios mexicanos de Mordisco. Esta es la triste y cruel realidad.

“El whisky hace más daño que la cocaína”: Petro. ¿En serio?

No hay manera de acabar los cultivos ilícitos mediante la erradicación manual de hojas de coca. Es una misión imposible. Las cifras lo demuestran: 280.000 hectáreas sembradas y apenas 3.000 erradicadas manualmente.

Los compromisos adquiridos con Estados Unidos –de los cuales depende la certificación o la descertificación del país– no se podrán cumplir. No existe la menor posibilidad de que los anuncios optimistas del ministro del Interior, Armando Benedetti, se materialicen.

Mientras Petro se sostenga en su premisa –según la cual en su gobierno no caerá una sola gota de glifosato sobre una mata de coca– tendremos que prepararnos para padecer las consecuencias de no ser certificados por Estados Unidos. El discurso de la “coca amigable y ancestral”, que tanto gusta en Europa, no convence a los Estados Unidos, que padece las consecuencias de un consumo desaforado de cocaína.

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A diferencia de Petro –que cree que el whisky hace más daño que la cocaína– Trump no está dispuesto a tolerar ningún tipo de complacencia con los narcotraficantes.

¿A cuenta de qué alias Calarcá se volvió intocable?

Toda negociación de paz debe estar acompañada del poder de acción y de reacción del Estado. Ceder en esa obligación, aunque Petro lo niegue, es ingenuidad. El Estado debe combatir las organizaciones guerrilleras y criminales en todo momento, sin claudicación.

En ese sentido resulta incompresible y sorpresiva la decisión de Petro de ordenar la suspensión de las acciones ofensivas de las Fuerzas Militares contra la organización criminal comandada por alias Calarcá. Dicha orden se mantendrá hasta el 18 de mayo, según el decreto presidencial.

Es decir, alias Calarcá y sus hombres serán “intocables” durante todo este tiempo, sin que el Gobierno nacional tenga plenas garantías de su real voluntad de paz. ¿Quién garantiza que Calarcá y sus hombres no aprovecharán este “cese al fuego unilateral” para fortalecerse y movilizar sus tropas por todo el país, como ha sucedido en el pasado? ¿Asumirán nuestras Fuerzas Militares la defensa de alias Calarcá, en su guerra contra alias Mordisco, o el Clan del Golfo, o el mismo ELN? ¿Va el Estado colombiano a proteger a ‘Calarcá’ en su confrontación contra sus enemigos? Ya Petro nos acostumbró a que cuando se trata de su paz total son más las preguntas que las respuestas.

El trino indolente y desafortunado de Petro

“Ejemplo del Catatumbo para el mundo. Así se pasa de la paz a la guerra”. Este trino de Petro, escrito a altas horas de la noche, acompañado de la imagen de la explosión de una motobomba en La Plata Huila, causó indignación –con toda razón– en millones de colombianos.

La acción terrorista produjo la muerte de los hermanos Luisa Fernanda y Sergio Trujillo Peña. Dos colombianos inocentes que murieron el Jueves Santo, mientras disfrutaban de la Semana Mayor.

Mientras ellos morían, Petro –indiferente e indolente– hablaba de la supuesta paz en el Catatumbo. El Catatumbo –al igual que Cauca, Huila y Nariño– es un territorio en disputa por parte de las organizaciones narcotraficantes. Tanto el ELN como otros grupos criminales tienen intimidada y asediada a la población civil.

¿De qué paz habla Petro? ¿Cuál ejemplo para el mundo? ¿Quién garantiza una supuesta tregua en medio de miles de hectáreas sembradas de coca? ¿Cómo piensa hacerlo el Gobierno? ¿Comprándoles la coca a las organizaciones criminales? Una vez más a Petro le ganó el deseo: una cosa es lo que sueña y otra muy distinta es la realidad que padecen millones de colombianos.