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La salud mental de los adolescentes en Colombia ha entrado en una fase crítica, según lo señala un análisis publicado recientemente por la ‘revista Cambio’, que reúne datos de distintas fuentes institucionales y voces expertas en salud mental.

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El informe plantea un panorama marcado por el aislamiento, el auge de las redes sociales y la falta de comunicación entre jóvenes y adultos, como factores que, en conjunto, estarían deteriorando el bienestar emocional de más de 4.7 millones de adolescentes en el país.

Las cifras disponibles revelan una situación que ha venido agudizándose en los últimos años. De acuerdo con datos del Ministerio de Salud, el 44,7 % de los niños y niñas en Colombia presentan signos de afectaciones en su salud mental.

Paralelamente, el Sistema Unificado de Convivencia Escolar ha registrado que el 23 % de los estudiantes han sido víctimas de acoso escolar en sus instituciones. Entre enero y agosto de 2024, Medicina Legal reportó 183 suicidios de menores de edad.

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La pandemia, los cambios estructurales en la vida familiar y académica, y el creciente protagonismo del mundo digital, parecen haber reconfigurado de forma profunda la experiencia adolescente.

Para Daniela Calderón, psicóloga clínica con enfoque sistémico, uno de los cambios más significativos radica en la disminución de los “grupos de pertenencia”. Según explicó a ‘Cambio’, los jóvenes de generaciones anteriores solían apoyarse en múltiples redes sociales presenciales —amigos del barrio, del colegio, de la familia—, que funcionaban como mecanismos de contención emocional. Ese tejido social, afirma, se ha reducido.

“La transformación en las dinámicas familiares ha tenido un impacto notable. Hoy en día, tener dos o más hijos se ha vuelto menos común. Esto limita la posibilidad de contar con vínculos cercanos en casa, y muchos adolescentes se sienten solos, incluso en compañía”, explicó Calderón.

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A este escenario se suma el papel que juegan plataformas como TikTok y Snapchat. Para los especialistas, estas redes no solo transforman la forma en que los adolescentes se relacionan con el mundo, sino que también generan exigencias nuevas.

Calderón señala que estas aplicaciones han multiplicado los referentes sociales a los que un joven puede aspirar, generando una presión constante por mantenerse actualizado, encajar y obtener reconocimiento virtual.

Viviana Quintero, psicóloga con experiencia en protección digital, añade que el uso intensivo de redes sociales no solo altera los ritmos de socialización presencial, sino que puede acentuar el aislamiento. Según un estudio realizado en 2023 por Tigo y la Universidad de los Andes, los adolescentes colombianos pasan en promedio 4,9 horas al día conectados: 2,2 horas dedicadas a socializar en línea y 2,7 a actividades de ocio digital.

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El informe también señala que el 30 % de los adolescentes han intentado sin éxito reducir su tiempo en internet, y el 40 % han experimentado conflictos familiares por el uso de dispositivos.

Según explicó Quintero, los algoritmos de estas plataformas están diseñados para mantener al usuario enganchado. Esto, de acuerdo con la experta, refuerza una lógica de recompensa inmediata que, en muchos casos, dificulta el desarrollo de habilidades para manejar la frustración, el rechazo o el desacuerdo.

Otro de los desafíos señalados es la relación entre los adolescentes y sus cuidadores. Dary Velasco, psicóloga clínica de Profamilia, advierte que una parte del problema radica en la brecha de comprensión entre generaciones. Muchos adultos, dice, no están familiarizados con el entorno digital de sus hijos, lo que complica la posibilidad de establecer límites efectivos.

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“Muchos padres vienen a mi consulta con el anhelo de que sus hijos obedezcan ciertas pautas, pero sin entender realmente qué es lo que quieren regular o prohibir ni el sistema del que sus hijos participan”, explicó Velasco. En su experiencia, esa desconexión lleva a que las normas familiares sean percibidas como arbitrarias, alimentando tensiones y conflictos.

Aunque las expertas consultadas coinciden en que no se puede establecer una relación directa entre el uso de redes sociales y el suicidio, sí advierten que el aislamiento, la desesperanza y la exposición constante a contenidos que refuerzan miedos o inseguridades agravan los cuadros de ansiedad y depresión.

En este sentido, el llamado de los profesionales es a construir espacios de diálogo intergeneracional, a fortalecer los vínculos familiares y a formar a padres y cuidadores en competencias digitales. También se sugiere ampliar el acceso a servicios de salud mental y mejorar los mecanismos de atención en instituciones educativas.

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La salud mental juvenil, coinciden los especialistas, no puede abordarse de forma aislada ni con respuestas reactivas. Requiere una política pública integral, sostenida y con enfoque preventivo, que contemple los múltiples factores que hoy inciden en el bienestar emocional de los adolescentes colombianos.