Tal vez usted no lo sepa. El encargado de tocar las campanas de la Iglesia Notre Dame de Paris, la mas famosa de Francia, es un antioqueño. Y se enteró por casualidad un primo que tiene en Barranquilla, de ese dato curioso.

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Los humoristas costeños se mueren. A la lista se suma el queridísimo "Mingo" Martínez, quien era una persona seria fuera del escenario. Por la calle "Mingo" no era de contar chistes. Tenía otra imagen.

Le antecedieron en la muerte: Darío Gómez, El Zorro, Rafael Díaz, el negrito "Guachaneque", una humorista de cheverisimo, no recuerdo el nombre, Crispeta y Cuchilla.

Cuando me vine a radicar a Barranquilla hace 27 años y no conocía a nadie, tuve dos secretarios: El "Gordo" Darío, que era el encargado del teléfono y Ronny Latiano, el celebre "Cara e Perro", a quien en aquel entonces yo lo llamaba "Desperdicios".

Con Darío, que perdió personalidad cuando se enflaqueció, comprobé que llegó a ser el hombre más popular de Barranquilla. Los dos teníamos una cuenta comercial por cobrar de un cliente llamado de los difíciles. Pero cuando yo iba con él a que me pagara, el dueño apenas lo veía se enternecía y ordenaba enseguida el pago.

Vaya problema cuando Darío me decía que en determinado día no me podía acompañar. Ese día el cheque me lo embolataban.

Otro humorista serio fuera del escenario es "Margarito". Es totalmente de cuando esta actuando.

Ayer tenía pensado visitar a "Mingo" en la Asunción y lo había anunciado en la emisora, pero se fue antes para el lugar sin retorno.

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A continuación y siguiendo con los capitulos de mis Memorias...es el turno para..



ALEJANDRO OBREGON, Pintor

Para hablar del gran pintor Alejandro Obregón, necesito empezar desde cuando inicie en el periodismo en Cartagena. En una reunión social, en la piscina del Hotel Caribe, cuando le informaron quien era Flash, se me acerco por detrás y delante de Antonio Dáger, me lanzó a ella. Extrañado, Salí para reclamarle, pero me desarmo con esa forma que tenia de abrazar y demostrar afecto. Así empezó una amistad, llena siempre de emotivos encuentros. Posteriormente, nos veíamos muchos por la afición que teníamos a los toros. En ese tiempo, su hija andaba de novia con uno de los toreros de mis afectos, Ángel Teruel, y el apoderado de este, Pepe Dominguín, le gustaba mucho la tertulia y andar en tabernas, de un lado para otro, una vez terminada las corridas.

Obregón era desconcertante. Caminaba como una gacela y cuando estaba pasado de copas, se le daba por manejar el carro en reversa todo el tiempo. Quizás la situación más complicada con el maestro, me ocurrió siendo todavía muy joven. Yo escribía en el Diario de la Costa, y tenía mi escritorio en el segundo piso de ese matutino. Una tarde se presentó Obregón y me invito a Barranquilla para que nos viéramos con Teruel y su apoderado Pepe, quienes estaban en el Hotel el Prado. Le dije que no tenía dinero y que no podía ser así. Dijo que no importaba que el cubría todos los gastos. Nos fuimos en su Jeep todo destartalado. En el Prado, tanto el torero como Pepe no quisieron salir, porque tenían corrida dos días después en Popayán y tenían que viajar. Obregón solucionó todo.

Fuimos a recorrer los sitios e íbamos de uno a otro, tomando, picando y conociendo viejas. Ya en la madrugada, en una especie de casa de citas denominada "Place Pigalle", fui a charlar con unas muchachas a un salón y me despreocupé por Obregón. Cuando volví a la mesa pregunté por él, me dijeron que se había ido. ¿Cómo?..¿y pagó la cuenta?..pregunté preocupado. Un no, me hizo caer en cuenta que estaba en un verdadero aprieto. Sin un peso en el bolsillo, pero muy decidido, llamé al dueño del sitio y le expliqué que el maestro me había invitado y yo no tenía dinero para cancelar la cuenta. Afortunadamente el hombre fue comprensivo, aceptó mis explicaciones y me dijo:

"Sé que dice la verdad. Los genios son así. Váyase y no se lo reclame. Yo me arreglo con el después"…

Era una persona generosa, abierta, pero de vez en cuando se volvía violenta. Alguna vez invite a Cartagena a Margarita Vidal y le presenté a Obregón para que lo entrevistara, pero él había tomado mucho y en plena entrevista se quedó dormido (y la periodista no pasó la interviú). Años después volvieron a hablar. No tomaba sino "tres esquinas" y de botella pequeña. Gala, su empleada, una negra que fue fiel hasta el final, iba a la tienda cercana a comprar botellita por botellita. Se llevaba bien con todas las mujeres y era capaz de reunirlas a todas en una comida como si las cinco ex compañeras y él vivieran todavía juntos. Una vez le regaló un cuadro al periodista Hernando Giraldo, la vedette de El Espectador de aquellos tiempos, y porque este, al salir de la casa llevaba el regalo al revés, se lo quitó.

"Usted no merece tener un cuadro mío"..

Teníamos un amigo arquitecto, quien hizo la plaza de Toros de Cartagena, de nombre Manuel Delgado. Era una persona excéntrica, pero muy talentosa. Alguna vez un hermanos que vivía en Arabia, le envío un vestido de árabe y Manuel se puso a pesar del calor de Cartagena. Los cartageneros dudaban si era el o no el que vestía con semejante atuendo en la Heroica. Personas así, congeniaban mucho con el maestro, y Manuel lo nombró padrino de su boda. Esta se iba a realizar en la Isla de Tierrabomba ya que el arquitecto quería vivir como Robinson Crusoe, en una choza rustica cerca de Cartagena. Los invitados a la boda, incluyendo en primer plano al padrino Obregón, nos fuimos en lancha para la población pesquera, a media hora de Cartagena. Al llegar a la lancha, Obregón se presentó con unas láminas gigantescas forradas. Cuando el novio preguntó que eran, él simplemente contestó:

"Son unos tablones para el techo de tu choza. Es mi regalo de bodas".. Y cuando la pareja se fue a dormir, encontró que las tablas eran una pintura mural de la mejor época del pintor. Esta obra sirvió, años después, para calmar sus penurias, cuando el arquitecto quedó arruinado y enfermo de cáncer. Me dedique a vender el mural y después de algunos meses me lo compro Joselillo de Colombia, otro de los grandes amigos del arquitecto fallecido.

Una vez hice una campaña llamada "La Marcha del Bastón", consistía en ayudar a más de cien ciegos. Fue una caminata por toda Cartagena a media noche. Dándole a cada invidente un bastón nuevo, gafas, ropa, una bella mujer al lado haciendo las veces de lazarillo, y un banquete al final del recorrido. Cuando íbamos a empezar la caminata, llego un taxi con una hermosa mujer, solicito que me acercara y me entregó un sobre con una nota de Obregón que decía: "Flash, mi padre era ciego y quiero colaborarte con el dinero que está en el sobre para tu causa. No reveles nunca cuanto fue la suma".

Paradójicamente, Obregón murió ciego.

Arregle una comía con Julio Iglesias para una supuesta compra de sus cuadros. Vendría desde Miami en determinada fecha. Obregón estaba muy feliz de tener a Julio en su casa. Pero no hubo transacción porque, en ese momento, no tenía producción para negociar.

Luego fuimos a comer al desaparecido "Gran Vatel", sucursal, al lado del Don Blas. Pasamos una noche muy feliz. Terminaba la cena, Obregón me llamo aparte ya algo pasado de tragos y por eso, al principio no le tomé en cuenta cuando expresó:

"Edgar, gracias por presentarme a Julio. He estado muy contento. Pídeme lo que quieras, menos un cuadro".

En ese entonces acaba de ganarse al Premio Nobel Gabriel García Márquez y no se podía manosear como ahora. Era casi imposible acercársele y menos hablar con él. Mi contestación fue:

"Invítame a comer con Gabo..

"Si ese es tu deseo, así se hará" dijo el pintor.

Pasaron meses y a mí se me había olvidado ese dialogo, cuando una tarde, al entrar a buscar la llave de mi suite en el Don Blas, encontré una nota de Obregón:

"Esta noche cumplo mi promesa. Comeremos con Gabo"..

Por cierto, cuando el Nobel llego y Obregón nos presentó yo me puse muy circunspecto:

Para mí es un honor conocerle don Gabriel…

Enseguida vino una risa del escritor y sacando del bolsillo plumero y papel lanzó esta exclamación:

¡Caramba, esto tengo que anotarlo!.!Que aquí en Cartagena, alguien me llame don Gabriel!

Obregón tenía una gran retentiva. Cuando yo lo llamaba por teléfono, a pesar de las decenas de personas que se comunicaban con él, siempre me identificaba. "Es Flash, ¿verdad?.

A su manera le dio una lección al torero Luis Miguel Dominguín, relato que podrán leer en el capítulo que le dedico al gran maestro español de los toros.

Uno de los últimos encuentros con Obregón que recuerdo, fue en su casa, cuando nos reunimos después de muchos años con Pepe Dominguin, su gran amigo. Allí estaba también Enrique Santos Calderón y Alfredo Riascos Noguera, a la sazón director de la Corporación Nacional de Turismo. Bebimos esta tarde varias botellitas de ron cartagenero, que Gala conseguía en la tienda de la esquina.

A pesar de que Obregón quería tanto a Cartagena, a su funeral fueron poquísimas personas. Un conocido intelectual, cuyo nombre me reservo, tiene en su casa de Cartagena enmarcada una foto del ataúd de Obregón en la sala de velación con pocas personas. No ocurrió lo mismo cuando fue enterrado en Barranquilla.

Pasaron algunos años y me vine a Barranquilla. En una campaña radial se me ocurrió convocar en el Cementerio Universal a los mejores poetas para un recital a los muertos a media noche, ya esto lo había hecho alguna vez en Cartagena con el recordado Gonzalo Arango. Pues bien, el recital del Cementerio de Barranquilla me acompañó una guapísima secretaria española que vivía en su juventud cerca de Obregón en Cartagena. En un momento de receso del evento poético, la española me llamó con sigilo y me dijo, sentada en un mausoleo:

"Lo que es la vida, Edgar. Estoy aquí sentada en el mausoleo de la familia Obregón donde están los restos del pintor. Algo más, encima de él"

¿Y qué?..pregunté.

"Cuando yo era una adolescente, andaba en shorts en bicicleta cerca de donde vivía Obregón. Él siempre me molestaba, me silbaba, me decía piropos. Constantemente. Yo nunca accedí a sus insinuaciones, por eso ahora aquí encima de sus restos, me vine su recuerdo".

Y una última referencia de Obregón. Hace un par de semanas me encontraba en el restaurante "Chef Julián" de Cartagena, cuando de una mesa una señora me mando a llamar. Era una distinguida dama, casada con un almirante retirado. Ella, alborazada al verme después de tantos años, me dijo que se emocionó porque nunca ha podido olvidar aquella fiesta en Tierrabomba, donde Manuel Delgado se casó y Obregón en un gesto de amigo sin par le regaló unas láminas para el techo de supuesta choza que resultó ser un mural de su mejor época.