Ahora que llegan las vacaciones escolares vale la pena detenerse un poco en el problema que todas las familias tienen para regular el uso de la televisión en el hogar. Todos los padres quieren guiar a sus hijos sobre los contenidos de la televisión, pero son pocos los que verdaderamente están capacitados para hacerlo.

Teniendo en cuenta, además, el bajo nivel educativo y formador de la gran mayoría de programas, el exceso de violencia y de contenido sexual en horas consideradas como familiares. A esto se agrega que durante un buen número de horas cada día los niños tienen a su disposición el televisor, sin la presencia de sus padres, no solo durante las vacaciones, sino todos los días, con la consecuencia de que la TV se convierte en la forma más asequible de entretenimiento, unida al uso del computador y de otros aparatos electrónicos igualmente adictivos.

Qué bueno sería que los padres de familia, dentro del plan de vacaciones escolares, programen otros medios de diversión, actividades alternativas que dentro de un horario amable llene sus días de un ocio creativo. Aparte del deporte, fundamental en el desarrollo físico y en la formación de la voluntad, y de programas televisivos bien programados, se debería implementar la lectura de buenos libros. Por ejemplo, proponerles uno semanal, del que deben entregar una reseña en reunión de toda la familia, con participación también de los más pequeños.

Libros atractivos que capten su interés y los vayan aficionando a abrir horizontes, hacer volar la imaginación, trasladarse por el mundo y por la historia. Así no solo mejora la cultura de los hijos y su capacidad de pensar y de expresarse, sino que se fomenta el diálogo familiar, hoy tan descaecido, sobre todo en aquellos hogares en los que, con poca visión formativa, cada uno cuenta con su propia pantalla.

Por Javier Abad Gómez
javier.abad.gomez@gmail.com