¿Cómo puede explicarse que dos ciudades que tienen tanto en común, Barranquilla y Cartagena, puedan generar una sociedad civil tan diferente? Ambas son como la insignia de la Región Caribe: una cultura similar con diferencias grandes en su historia pero con la alegría, el desarrollo de las artes, y en general con un gran atractivo para el resto del país. Muy cercanas, con un mar en común, hoy están dando muestras de que su destino puede correr por sendas muy distintas.

Si algo ha cambiado en el mundo de hoy es el papel que juega la ciudadanía. Se prevé por los últimos acontecimientos no solo en América Latina, que esa población resignada que se contentaba con poco ha sido sustituida por gente que tiene un poco más que generaciones anteriores pero que no soporta la corrupción de las élites, Brasil es un caso; el autoritarismo, Turquía es un ejemplo; la mala y cara educación, Chile lo demuestra, y que en general quieren ejercer su derecho como ciudadanos no solo de su país sino de este mundo globalizado.

Barranquilla se montó en esta onda con la movilización de comerciantes de la semana anterior. Nadie sale de su sorpresa de ver a todo un sector de la población que cerró sus almacenes no dos horas sino todo el día, asumiendo millonarias pérdidas, con el objeto de protestar por la extorsión a que se está viendo sometida. Esta población se saturó y le ha dicho a sus autoridades que no resiste más la situación de inseguridad en sus negocios y en sus vidas, pero también, que respalda las acciones públicas que corrijan esta situación. Es una ciudadanía actuante, nada ajena a los problemas de su ciudad. De paso, un llamado a sus dirigentes políticos que no se han distinguido muchas veces por su compromiso y sobre todo por su eficiencia.

Cartagena, por otro lado, es el símbolo de la apatía, de la irresponsabilidad de sus dirigentes y de los ciudadanos que pueden contribuir a una vida mejor de todos los habitantes de la ciudad. Nada los inmuta, ni siquiera el hecho de que existen dudas sobre todos los candidatos a la Alcaldía. Es como si hubieran vivido en otra ciudad, en otro mundo, donde no se tuvo ni la experiencia con la Alcaldía anterior ni con el dominio de una clase política inescrupulosa.

Lo afirmó Óscar Montes, y muchos veíamos ya esta incapacidad de reacción de la población cartagenera. Pero la culpa de esta inmovilidad social la tiene la política o, mejor, los políticos hombres y mujeres que acabaron con la esperanza de los ciudadanos de esta ciudad. Todo se siente como perdido porque cuando menos se piensa se cuelan la Gata, los García Romero, y todo ese clan que tanto daño le ha hecho a esta ciudad y al país. Todavía es tiempo de que la ciudadanía cartagenera reaccione y trate de minimizar los costos de una elección que no es la ideal.

Y sobre Barranquilla, que este sea un nuevo amanecer para una ciudadanía que desde hace tiempo está tratando de demostrar que no es neutra, que no es boba, que quiere ser actuante en la definición del futuro de su sociedad y ojalá del país. Colombia necesita que estas dos ciudades, Barranquilla y Cartagena, sean modelo de todo lo bueno que tienen pero que la mala política, las fallas del Estado, han impedido que florezcan las virtudes de la Región Caribe.

Por Cecilia López Montaño
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