Es ley de la naturaleza y de la cultura que no hay hijos sin madres. Y es probable que, tanto en el reino animal como entre los humanos, existan hijos sin padres. Conozco, por lecturas, que los Na, habitantes de las montañas en China, ignoran la paternidad y allí nadie sabe quién es el padre. Cuentan los etnólogos que esto da lugar a una sociedad particularmente libre y pacífica habitada por madres que viven con sus hijos y sus propias madres y medio hermanos y hermanas.

Aludo a lo anterior porque deseo referirme, con la ligereza de una buena noche, a los hijos de la Capitana. Capitana llamó Meira Delmar, la poetisa del barrio Bellavista, de Barranquilla, a la Universidad del Atlántico al crear la letra de su himno, cuya música es del maestro Pedro Biava, en estrofa que dice: “Capitana, tu hermosa bandera/que en las manos del viento se mece/ el camino del triunfo parece/con su fulgido azul señalar”.

Tanto Meira, a quien llamaban Olga Chams, como el maestro Biava, habían entendido el espíritu que inspiró al filósofo Julio Enrique Blanco al fundar la Universidad. Blanco decía, para la mitad del siglo pasado, que: “en Barranquilla mi ciudad natal, no existía –no podía existir– ningún indicio de que pudiera convertirse en una ciudad universitaria.” Sus propósitos fueron crear “mediante el museo del Atlántico, un ambiente de educación que fuera propicio a la fundación de una universidad. Y esta vino hacer al poco tiempo, ‘La del Atlántico’.

De ahí entiendo el calificativo promisorio de Capitatana, pues sus hijos en poco más de medio siglo de ‘un fecundo vivir’, han convertido a Barranquilla en una ciudad universitaria ya que casi todas las instituciones de educación superior que funcionan en la ciudad provienen, directa o indirectamente, de la iniciativa o propiedad de ‘hijos de la Capitana’. Solo hay que conocer un poco la historia de nuestras otras universidades para saber, a ciencia cierta, cuánto bebieron y se alimentaron de la Madre nutricia que es nuestra alma máter, la del Atlántico.

Entonces frente a semejante herencia intelectual y de negocios me pregunto ¿Por qué los ilustres hijos de la Capitana, es decir sus egresados, no la rodean desde su propio poder, es decir el de ellos, para que esta siga siendo “el faro insomne de clara virtud”? Pregunto, porque de la Universidad del Atlántico han egresado más de 50 mil profesionales en diversos saberes científicos, culturales y artísticos que, muy seguramente, son orgullosos de su Madre, pero a la cual han abandonado en su ruta por ser, cada día, más orgullosa y radiante.

Hoy la Universidad del Atlántico forma cerca de 20 mil jóvenes en programas de pregrados, especializaciones, maestrías y doctorados, haciendo realidad el sueño de sus fundadores. Pero esta realidad algunos egresados, ex rectores unos, no la reconocen porque les afecta sus prósperos negocios de educación y de recaudo electoral. E interfieren la autónoma vida universitaria, demostrando que no son buenos hijos de la Capitana, que sin egoísmos los educó en sus ilustres profesiones. Ven ustedes que sí hay hijos que no aprecian a la Madre, porque creen falsamente que son más importantes que ella, a la que no dejan que viva pacífica y libremente. A esos egresados de la Universidad del Atlántico les invito a que repitan el coro de su himno que dice así:

“Alma máter honor a tu nombre/ faro insomne de clara virtud encendido de cantos en el pecho/ te saluda tu fiel juventud”.
Los egoístas, como los dictadores, no conocen juventud. Son viejos por naturaleza. La lozanía no los abraza, sino la amargura.

Por Gaspar Hernández C.
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