Veía en estos días por televisión un documental sobre el ascenso al poder de Adolf Hitler, y algunas cosas me llamaron poderosamente la atención por su similitud con ciertas prácticas adoptadas por los seguidores del Socialismo del Siglo XXI, esa seudoteoría político-económica-social atribuida a los pensadores y colaboradores del extinto Hugo Chávez.

Me llamaba poderosamente la atención cómo en épocas del tercer Reich el control de la información y la manipulación de la misma fueron de gran importancia para sembrar en las masas el alocado proyecto del no menos loco Führer.

Fue así, y con la máxima de que una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad, que esas masas se volcaron en un frenesí avasallante, siguiendo al líder y provocando no solo una guerra mundial, sino uno de los crímenes más grandes de la historia, el Holocausto.

Tal vez no lleguemos a tales atrocidades, pero el socialismo del siglo XXI va llevando a Venezuela por el camino de la pasión ciega y el frenesí por un proyecto que nadie termina de explicar, porque no tiene ni pies ni cabeza, pero que acusa, como parte de su campaña de alienación, con frases sencillas y repetitivas –como lo hiciera Goebbles– a todo aquel que pueda representar una amenaza, convirtiéndolo no solo en enemigo del gobierno, sino del pueblo y la patria misma. Sin mencionar los pasados y actuales intentos de controlar a los medios de información, comprándolos o expropiándolos, hasta el más reciente de controlar la información misma.

Es así como, con la sola diferencia de que los alemanes de Hitler persiguieron a los comunistas y judíos, este proyectucho persigue a la “derecha imperialista” acusándolos de todo cuanto mal ocurre en el país, como lo hicieran aquellos en los años previos a la Segunda Guerra Mundial y transcurrida la misma.

Ahora no estamos en guerra, no propiamente dicha y por lo menos no mundial, estamos en una lucha constante entre hermanos, con odios entre familias (como cuando se proscribieron a los judíos), con partes de guerra por la infinidad de muertos que cada día se aglomeran en las morgues de todo el país, con racionamientos propios de tiempos violentos, donde para conseguir un pollo o un kilo de harina de maíz la gente lucha literalmente a golpes.

Este país se llama Venezuela, y no es ni la sombra de lo que fue. ¿Soñar con el pasado? No, tampoco era perfecto, pero es mirar este horror de hoy para buscar superar los odios y las diferencias, y reconstruir sin muros ni barreras las fracturas que hoy nos separan.

@PilinLeon