Así son las cosas”, diría nuestro querido periodista venezolano Óscar Yánez, recientemente fallecido, señor grande de los medios, costumbrista y mejor conocido recientemente por su agudeza al entrevistar, no había político que se saliera con la suya al sentarse frente a él. Pero también solía decir una frase que creo pega mejor con este título de hoy “chúpate esa mandarina”, porque se ha decretado la felicidad en Venezuela mediante un viceministerio.

Definitivamente, el manejo de la palabra y la expresión es uno de los fuertes del gobierno de los chavistas. Ya bastante lo hemos acusado de poseer un lenguaje escatológico, insultante, violento y que incita a la violencia, y con la facilidad de una estrategia diabólica (y no es solo en el lenguaje), cambian de rumbo (solo en el lenguaje) y crean el Viceministerio de la Suprema Felicidad Social.

Léase bien, se crea un instituto para la “suprema felicidad”, palabras que, reconozcamos, están inteligentemente puestas una al lado de la otra, y a esta le agregan “social”, para que llegue a alguien, y el pueblo que padece, que se crea la mentira. Nada más parecido a los nazis de Goebbels.

Pero vayan a decirle a una madre allá en una morgue, con su hijo recién muerto por el hampa, solo por robarle casi nada que traería en los bolsillos, si ese decreto le sirve. O a la gente que hace colas enormes solo por comprar un kilo de harina de maíz o papel higiénico, o al que se conformó con comprar lo que había y que igual se fue para su casa con menos porque no le alcanzó el dinero, ya que todo está el doble de caro que el mes anterior.

¿Con qué varita mágica el viceministro conseguirá la ‘felicidad suprema’? Aparte, ¿no era prácticamente eso lo que ofrecía el difunto Chávez durante los 14 años de su gobierno? Pidió seguirlo aunque fuera sin ropa, sin zapatos, desnudos y muertos de hambre, porque él era la resurrección de la Patria y era la felicidad del pueblo.

Insisto, este bodrio de ministerio no es más que una creación semántica, al servicio del discurso adoctrinador, y con una estrategia muy definida de cara a las elecciones de este diciembre, donde todo apunta a que sus candidatos tienen mucho rechazo y la oposición pueda retomar posiciones que el gobierno cree son ancla para ellos. Por eso ahora los discursos cambian a la “felicidad suprema”, que obligatoriamente tendrán que incluir en sus discursos, creando una muy bien estudiada atmósfera discursiva.
Aunque algunos de sus representantes aún no se han dado cuenta, porque ayer mismo oí discursos confrontacionales y amenazadores de quienes ya derrotados pretenden impedir el paso de una marcha por zonas de Caracas que son –y valga el cliché– de “todos los venezolanos”.

Pero la realidad es otra. Venezuela es un país sumido en las divisiones, que ha separado familias y amigos (nada más lejos de la felicidad), que se ahoga en delincuencia y violencia, en escasez e inflación, con una economía colapsada y la principal empresa del país –PDVSA– endeudada y con los mayores fracasos en mantenimiento y producción de su historia.

Nada supone que es y podrá ser un país de la ‘suprema felicidad social’, porque no es solo cuestión de cambiar nombres, es cuestión de cambiar direcciones y dirigentes con ello.

@PilinLeon