Tuve la fortuna de crecer entre cantos infantiles con los que me arrullaba mi madre para dormirme en las noches o calmar mi llanto en mis primeros meses de vida. Más tarde, cuando pude leer, ella me animó a aprenderme de memoria fábulas enteras de escritores clásicos como Esopo, Jean de La Fontaine, Tomás de Iriarte, Félix María de Samaniego y Rafael Pombo, entre muchos otros. Mi madre solo repetía conmigo la excelente educación que había recibido en su casa, de mi abuela Blanca Noguera, quien estimuló a sus hijos a sumergirse en las refrescantes aguas de la literatura.

Recuerdo también que en los distintos colegios donde estudié, los primeros textos que leíamos eran fábulas, que en su gran mayoría estaban en verso. Por ello, siempre le estaré agradecido a mi madre y a mis maestros. La fábula fue mi primer encuentro con la literatura y la poesía. A través de ella pude desarrollar cierta capacidad para memorizar textos y un gusto estético por las buenas letras.

Hoy que se cumplen 101 años de la muerte del más grande fabulista colombiano, Rafael Pombo, traigo a colación estos recuerdos para exhortar a padres y docentes a retomar el cultivo de la fábula en sus hijos y estudiantes.

La fábula podría definirse como poesía para niños. Contiene aleccionadores mensajes y enseñanzas escritas en un lenguaje sencillo y hermoso a la vez. ¿Quién no se ha reído a carcajadas con la tragicómica historia del gato bandido de Pombo, quien después de tanto infortunio causado por su arrogante desobediencia termina regresando al hogar cual hijo pródigo, diciendo: “!ay, mamita, dame palo, pero dame de comer!”?

Mi fábula favorita es la del tigre y el conejo, de don José Manuel Marroquín, que narra la historia de un conejo extraviado que, por azares del destino y buscando refugio, entróse a la cueva de un tigre, pero que a fuerza de ingenio y lleno de un heroico miedo, logró poner el tigre en polvorosa y quedarse con su cueva. Su moraleja es tan cierta como actual: “Cuántos rasgos de denuedo/y proezas encomiadas/son puras fanfarronadas/hijas de un heroico miedo”.

Hoy que se ha estigmatizado en los estudiantes el cultivo de la memoria, es importante que las nuevas generaciones conozcan el género de la fábula, se deleiten en ella y, a través de su aprendizaje, desarrollen aptitudes para, por lo menos, saber leer y escribir un texto coherente. Muchos jóvenes de hoy solo mencionan la palabra ‘fábula’ en la expresión del argot juvenil (“pura fábula”) para indicar que algo es mentira.

Hace poco, el pasado jueves 7 de noviembre, Google, el motor de búsqueda más usado en internet, realizó un pequeño homenaje a Rafael Pombo, con motivo de los 180 años del natalicio de Pombo, con un doodle dedicado al autor de las historias infantiles más importantes del país. Años atrás (2008), ese gran colombiano que es Carlos Vives le había realizado un homenaje aún mayor, al musicalizar las fábulas más famosas de Pombo, en compañía de artistas reconocidos como Juanes, Fonseca, Andrea Echeverri, Adriana Lucía y Cabas, entre otros. El álbum Pombo musical, fue todo un éxito en ventas y ganador de varios premios nacionales e internacionales.

Sin embargo, el mayor homenaje que le podemos hacer a Pombo y a toda esa pléyade de grandes fabulistas es volver a enseñarles a nuestros niños el amor por la poesía y las letras. Sin duda alguna, contribuiremos a que sean mejores seres humanos. Y esto no es ninguna fábula.