Veía recientemente, en un programa de entrevista del prestigioso periodista argentino que transmite una cadena internacional, la conversación que Andrés Oppenheimer tenía con Silvito El Libre, el disidente cantante hijo del famoso trovador cubano Silvio Rodríguez, y este, entre las cosas que declaró, decía que la gente en su país ha cambiado, que ahora es en su mayoría gente triste, cosa que contradice los pregones de la revolución. Habló de la persecución a sus amigos, el miedo a la policía del régimen y la falta de contacto con el mundo exterior.

En capítulo siguiente, el mismo Oppenheimer entrevista también al joven cantante cubano David D Omni, conversando acerca de su música, lo que, por supuesto, llevó al tema que me llamó la atención, cuando, interpelado sobre su visita a los Estados Unidos, este confesó su sorpresa al decir que “no es lo que me habían dicho”.

Comentaba el músico que su asombro fue muy grande al descubrir productos en los supermercados que ni siquiera sabía que existían, que la violencia no campea en las calles como le aseguraron, que lo que él no vio ningún tipo de segregación por raza o género, que todo lo contrario, conoció un país plural, abierto a cualquier tendencia e idea y muy desarrollado en su pensamiento.

Puede que quienes hayamos tenido mayor experiencia y acercamiento con los Estados Unidos discrepemos en algunos puntos con este joven artista que por primera vez pisaba la libertad, pero lo que no podemos obviar de su comentario es lo que está detrás y que luego afirmaba al declararle a Oppenheimer: en Cuba no se puede hacer conciertos en lugares públicos sin ser estos minuciosamente supervisados por el régimen, revisan las letras de las canciones, los videos y la música misma que se va a tocar, por ser él un músico de la camada “disidente”.

Incluso, comentaba que una vez pasados los “filtros” le era muy difícil conseguir el apoyo audiovisual requerido en presentación de su tipo (por la misma persecución a los allegados y amigos). Si conseguía las luces, el del sonido le decía que no; si era el del sonido, el de video se echaba para atrás o simplemente ningún proveedor se comprometía, por temor al gobierno. Por eso sus conciertos son en su casa.

Su visión como joven promesa musical queda supeditada a lo que el régimen cubano y sus sensores deciden, y es así, bajo ese adoctrinamiento, ese aislamiento y el terror a caer en desgracia y ser encarcelados, que los Castro han logrado mantenerse en el poder por tantos años.

Me hizo reflexionar –por supuesto– viendo el enorme acercamiento que el régimen de Maduro tiene con los Castro. Su formación en “la lucha política” fue hecha en Cuba, y su posgrado sigue siendo supervisado desde La Habana.

Por eso Venezuela es ahora sometida, por el miedo, a la autocensura de los medios de comunicación, los líderes disidentes son apresados sin razón alguna, como cuando recientemente le sucedió al joven asesor de Henrique Capriles, el muy inteligente Alejandro Silva, con la única finalidad de intimidar no solamente al líder de la oposición venezolana, sino a quienes se atrevan a seguirlo.

Estas son las prácticas de los regímenes autoritarios. Son las que tratan de callar las voces, cegar el panorama, atar las manos y bloquear a todo aquel que sea contrario a sus intereses, que más que claro está, no son los intereses del pueblo que gobiernan.
Son estas ideas las que ocupan el primer lugar en las importaciones venezolanas: el comunismo cubano.

@PilinLeon