Quedé entre primera y segunda con el 24 y el 31 antes y después de esta columna, así que no sabía cómo despedirme de ustedes, amables lectores. Necesitaba un recurso rápido para salir del apuro y poder enviarles mis afectos caribes para este fin de año y, sobre todo, para el comienzo del otro. Entonces, busqué mis tambores rumacuyí y rumacuyá para invocar a Yemayá, la del agua bendita, y también a Elegguá, el que abre los caminos, para que me tararearan al oído una canción que pudiera dedicarles y se ajustara a la realidad. Hey, me soltaron un tema duro, neurótico, por momentos desesperanzador, pero muy bello musicalmente, Aguanile. Jéctor se trepó en la tarima y empezó un discurso sorprendentemente religioso “Santo dios, santo fuerte, santo inmortal”, como el inicio de una plegaria en la que reza para que los orishas del panteón Yoruba hagan una limpieza (Aguan) en su casa (Ile), y le echen mai mai, o sea aché, bendiciones, protección.

Lo neurótico aparece en su pelea con la gente que trata de echarle carreta y los reprende con una sentencia de la esquina: “no me metas a mí moña, que yo también me sé de eso”; o cuando es derrotista frente a la guerra: “Oye, to´ el mundo reza que reza pa´ que se acabe la guerra y eso no se va acabá, eso será una rareza”. A lo mejor porque sabe que la guerra no se acaba rezando sino con acciones de paz de parte de los contendientes. En una alusión clara al cristianismo, pone por delante los 3 clavos de la cruz para repeler al enemigo y le dice: “al que me critique a mí, yo tengo aguanile y mai mai, no puedes dañarme”. El Cantante sigue en pie de lucha.

En su pregón no se olvida de las chicas y hace un conjuro de “bombonchele con bombonchacha” para crear más aguanile con el cual rociar a las muchachas para protegerlas de tanto malpechoso maltratador que anda suelto por ahí. Solidario el Rey de la Puntualidad.

El final es doloroso, ya es él, Juanito Alimaña, quien aparece en la cruz diciendo dame agua, estoy seco y quiero bebé. Se ha inmolado el locoloquerolocoloquerolocoloqueroloco, como le ha sucedido a tantos hombres y mujeres en este país en un conflicto que lleva tantos años que no parece cierto. Ninguno de esos sacrificados podrá saber si a la guerra le pudimos cantar en un coro nacional todo tiene su finalllll, nada dura para siempre.

Respetados lectores, le paso el tambor rumacuyí a los hombres y el rumacuyá a las mujeres para que afinquemos un guaguancó en el cual demos gracias este fin de año porque somos poseedores del bien supremo, de lo único que vale la pena celebrar: la vida, lo demás se consigue en la botica. Por eso en estos días hay que ‘aguanilizar’ la casa con la intención del mai mai para depurar los errores cometidos y poder brindar por la vida aún en el dolor, la enfermedad o la pérdida.

Brindemos porque el año entrante podamos ayudar a Héctor LaVoe a desenterrar los 3 clavos de la cruz de nuestra crucifixión: la guerra, la corrupción y el maltrato a niños y mujeres.

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