Desde el año pasado ha estado circulando en las redes sociales una campaña que se ha propuesto poner fin al uso que se hace en los Estados Unidos de una palabra específica, que empieza por la letra R. La empresa es titánica si se tiene en cuenta que, al pedirles a los ciudadanos que dejen de usar esa palabra –es decir, de escribirla y pronunciarla–, a lo que está apuntando es que entre todos le den muerte a la misma. De hecho, el lema de la iniciativa es “Riegue la bola para acabar con la palabra”.

Uno de los recursos más efectivos del proyecto ha sido la producción de un video en el que aparecen, entre otros, un negro diciendo: “No es aceptable que me llame nigger”; una latina que dice: “No es aceptable que me llame speck”, y un joven gay que agrega: “No es aceptable que me llame fag”.

(El lector que no esté familiarizado con estos términos debe saber que todos tres han sido empleados en los Estados Unidos –aún hoy– para insultar a negros, latinos y homosexuales; esto es, a minorías de ese país. Son palabras destructivas porque, a través de ellas, se le dice básicamente a quien es ofendido: “Usted no es una persona”).

El video termina con la aparición de la actriz Lauren Potter, que tiene síndrome de Down, diciendo: “Y tampoco es aceptable que me llame retardada o que llame a sus amigos retardados. Es muy tonto hacerlo”. Potter es secundada por Jane Lynch, también actriz, que dice: “Esa palabra que empieza por R es un insulto tan grave como cualquiera de los otros: trátela como tal y no la use”.

Así, la campaña hace un recorrido por el desprecio que distintas comunidades han sufrido a lo largo de los años –los negros, los latinos, los gays, pero también los chinos, los judíos y los discapacitados– al tiempo que muestra cómo la sociedad estadounidense ha ido entendiendo que hay palabras inaceptables.

El video es valioso porque nos recuerda, primero, que nada manifiesta más claramente el desprecio por alguien que el lenguaje que se usa para hablarle o mencionarlo: ser insensible al léxico es ser insensible con la persona. Pero la campaña también es importante porque mete en el mismo saco a muchas comunidades que, aunque diferentes, tienen algo en común: han sido maltratadas históricamente. Es de destacar, también, que al cubrir tal variedad de grupos –minorías étnicas, religiosas, sexuales y, por supuesto, discapacitadas– el video expone que cualquiera de nosotros es o podría ser una de esas personas socialmente desestimadas.

No se equivoque, lector, si está pensando que estas iniciativas buscan censurarlo u obligarlo a ser una persona políticamente correcta. En varias ocasiones he oído decir a quienes usan un léxico destructivo que “ahora no se puede abrir la boca”. No se confunda: se trata de que entienda que si llama “retardada” a una persona con síndrome de Down, no solo está despojándola de su humanidad sino despojándose a usted mismo de su humanidad. ¿O es que le parece bien que lo traten en el exterior de sudaca o speck?

Es hora de tener en Colombia un debate serio sobre las maneras nefastas, perversas, en las que estamos utilizando el lenguaje. Y es hora de hacer un inventario de los apelativos que, como sociedad, no podemos tolerar más. Propongo, para empezar, estos cuatro: mongólico, manteca, desechable y maricón.

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