Esta jornada electoral ha sido particularmente peculiar para Colombia. Si bien nuestra realidad política nunca ha sido la más convencional dada las condiciones del conflicto político vivido por tantas décadas, la dinámica de esta campaña ha dado muchas sorpresas.
Hemos pasado el umbral de la decencia y la dignidad del cargo que se va a elegir y creo que ese ha sido uno de los grandes lunares de las campañas de Santos y Zuluaga. El dicho popular “lo cortés no quita lo valiente” aplica claramente en esta situación.
Este enfrentamiento y prácticas poco dignas han opacado lo fundamental de estas elecciones. Sin exagerar, esta elección puede ser la más importante de las últimas décadas y la cual marcará en gran de medida el futuro del país. Se constituye en lo que algunos autores denominan una “coyuntura crítica” que tiene efectos permanentes y de no retorno. Muchos alegan que no hay opciones, que todo es lo mismo, y que no hay por quien votar. Esta es una posición cómoda en la que se escudan quienes no toman con responsabilidad su deber de votar y participar del proceso.
Hay formas claras de identificar las diferencias entre los candidatos. Tomemos dos criterios específicos: proceso de paz y poder del Estado. Cuatro de los 5 candidatos continuarían con el proceso de paz sin mayores cambios, poniendo de presente la convicción de que es por la vía de la negociación que se puede llegar a la paz. Solo un candidato –Zuluaga– defiende la idea de llegar a la paz por la vía armada y la confrontación militar. Esta es una posición clara que debe permitir a los ciudadanos saber con qué línea se identifican más.
Otro punto es el poder del Estado y hasta donde consideramos debe incidir en los procesos decisorios del ser humano. Temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción por parte de estos, el derecho a la eutanasia, estar en contra de la pena de muerte y el derecho al aborto, son decisiones que para unos candidatos corresponden al individuo y su esfera de lo privado, mientras que para otros son decisiones que debe tomar el estado.
Por ejemplo, para Clara López y Enrique Peñalosa, el tema de los derechos de la población LGBT es claro, defienden la posición de excluir al Estado de esta decisión y proteger el derecho del individuo a auto determinarse. Marta Lucía Ramírez y Óscar Iván Zuluaga consideran que esto no es adecuado y que debe ser prohibido por parte del Estado. Es decir, las posiciones ideológicas están claras y esto es lo que debemos considerar al momento de decidir por quien votar. No todos son lo mismo.
Ahora, con respecto al voto en blanco, es necesario revisar el asunto para estas elecciones. En rigor, el voto en blanco es una herramienta importante para el ciudadano al tener la posibilidad de manifestar su descontento con los candidatos presentados.
Sin embargo, en una elección de 5 candidatos, es muy poco probable que el voto en blanco logre representar la mitad más uno de los votos y generar las consecuencias para lo cual fue diseñado, es decir: que se convoquen nuevas elecciones y se cambien los candidatos.
Votar en blanco en estas elecciones puede resultar menos efectivo que lo que se quisiera, por lo tanto la sugerencia es revisar los programas de los candidatos y votar, lo que está en juego es demasiado importante para dejarlo a unos cuantos o para votar en blanco. Sí hay opciones, no hay que caer en engaños y manipulación de aquellos que no les interesa el voto de opinión. Los derechos hay que ejercerlos, vote.
*Docente investigadora Programa Ciencia Política y Gobierno
Universidad del Norte