En las orillas de la ciénaga de Mallorquín una bandada de muchachos traviesos se solaza con el mortuorio deporte de capturar pelícanos para luego arrancarles las plumas. Es un lóbrego ritual que victimiza a estos imponentes pájaros marinos, expertos cazadores de peces, que fueron el símbolo de un extinto y también desplumado movimiento político barranquillero.
El domingo caminé un rato por la playa de la ciénaga, mientras mis pulmones se impregnaban de un punzante aroma de mariscos, y en el trayecto vi una valla de la Unión Temporal ‘Recuperación Hídrica’. Sonreí porque - no obstante tales intervenciones - el deterioro ambiental prosigue sin pausa.
En una pedregosa y polvorienta calle de casas humildes,
que sus pobladores llaman la ‘Calle del Turismo’ y que conduce a Mallorquín, se hizo el domingo una jornada muy llamativa. La calle pertenece al corregimiento de La Playa, que hoy luce bien pavimentado, y en la calle en mención la Alcaldía Distrital hará unas adecuaciones.
Hay hombres del sector que alternan sus oficios de pescadores y albañiles con el de caddies en los clubes de golf e incluso enseñan a los principiantes del elitista deporte, y no es raro verlos practicando en sus puertas o en la playa.
En esta jornada, alumbrada por un sol africano, se trabajó, hombro a hombro con la comunidad, en la pintada de las fachadas con bellos y explosivos colores. Todo esto se hace para generar cambios en entornos precarios, como éste cercano a Mallorquín que tiene un gran potencial turístico y recreativo, pero que hemos ido condenando a la marginalidad. Y el abandono de la ciénaga es indicativo del desprecio con que hemos tratado a los cuerpos de agua.
La finalidad de estos ejercicios es que las comunidades se adueñen de su entorno y aprendan a amarlo. El futuro de Barranquilla pasa por salvar la ciénaga de Mallorquín a la que sin compasión hemos envenenado con contaminantes y secado arrancándole sus manglares.
Este crimen ecológico merecería más que una simple protesta, pero jornadas como la del domingo - hechas con fervor y cariño – prefieren ir en la dirección de invitar a rescatar este patrimonio natural de los barranquilleros.
El crédito hay que dárselo a la Unión de Ciudadanas de Colombia, una de cuyas voceras es Lía Tapias. Como la iniciativa se apoya en la preciosidad del color se llama ‘Unión Color’, y la bonita experimentación se ha hecho también en lugares estigmatizados como los Tres Postes y el barrio Primero de Mayo de Soledad.
Entre las instituciones aliadas están la Secretaría de Cultura del Departamento, a cargo de Deyana Acosta-Madiedo; el Ministerio de Ambiente, la Cámara de Comercio Empresarial por el Ambiente, la Sociedad Portuaria Regional, y la Oficina de Participación Ciudadana de la Alcaldía Distrital, dirigida por Catalina Ucrós.
Y la estética la aporta el colectivo de muralistas ‘Lienzo urbano’ que plasma en las paredes pinturas alusivas a la vida cotidiana o, como en la ‘Calle del Turismo’, a las especies del mar. Por supuesto, no podía faltar la contribución de champeta y cerveza helada de la tiendecita cercana.
@HoracioBrieva