Según la definición de la FAO, se entiende por seguridad alimentaria “cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico, social y económico a los alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfagan sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida sana y activa”. En concepto de la FAO, la seguridad alimentaria es lo más fundamental de las necesidades y de los derechos humanos. Como lo afirmó el director general de la FAO, José Graziano da Silva, “es posible que la seguridad alimentaria no sea siempre nuestra primera preocupación, pero debería serlo”.

Para la FAO, la seguridad alimentaria es un derecho fundamental y no es para menos habida cuenta que de ella depende que la persona pueda desplegar y potenciar todas sus facultades físicas y mentales. Ello es tanto más cierto en tratando de la primera infancia, de la niñez, toda vez que los primeros 1.000 días de existencia resultan definitivos para el desarrollo a plenitud de las mismas a futuro. Es esta la etapa más crítica, pues es justo en ese momento cuando se está empezando a desarrollar la habilidad cognitiva que lo va a equipar para su posterior desempeño en la sociedad. Lo que no se haga por la infancia en esos primeros años, se traducirá más adelante en una desventaja frente al resto de sus congéneres.

El hambre y la desnutrición, junto con las guerras, constituyen las dos lacras sociales que se resisten a desaparecer del escenario, de un mundo que ha avanzado y progresado como nunca en las últimas décadas. Según el más reciente Informe de la FAO, “e l estado de la inseguridad alimentaria en el mundo”, 805 millones de habitantes padecen la subalimentación crónica, para un porcentaje del 11,3%, alejado aún de la meta del ODM. América Latina y el Caribe (ALC) es la primera y única región del mundo que ha alcanzado dicha meta al pasar del 15,3% en el período 1990-1992 al 6,1% en el período 2012-2014.

La seguridad alimentaria consta de tres elementos esenciales: el primero es la disponibilidad de los alimentos, el segundo el acceso a los mismos y tercero la estabilidad o sustentabilidad, entendida esta como la garantía del primero y el segundo a lo largo del tiempo, que no sea intermitente. Como lo veremos, la seguridad alimentaria, más que un problema de disponibilidad de alimentos es un problema de acceso a los mismos y este está determinado por el nivel de ingresos, el cual a su vez está correlacionado con el empleo. De allí que los más castigados por el hambre y la desnutrición sean los pobres, y por ello no se puede erradicar eficazmente el hambre sin combatir la pobreza. Ello explica por qué el hambre y la desnutrición se concentran en los países en desarrollo; es así como Asia participa con el 65%, África con el 28% y ALC con el 4,6%, entre tanto las regiones más desarrolladas solo participan con el 2% de la población subalimentada.

Está demostrado, a guisa de ejemplo, que ALC especialmente se autoabastece de alimentos, disponiendo de las cantidades necesarias y suficientes para cubrir las necesidades calóricas de su población, es más ALC es exportadora neta de alimentos. Sin embargo, 37 millones de su población se acuesta diariamente con hambre.

También influye en la asequibilidad de la canasta familiar los precios de los alimentos, y estos se ven determinados por varios factores, destacándose entre ellos: la mayor demanda como consecuencia de la creciente urbanización de la población, especialmente en los países en desarrollo, concomitantemente con su mayor poder adquisitivo. El número de hogares de clase media crece exponencialmente, al punto que se estima para 2024 aproximadamente en 600 millones, doblando el número de núcleos familiares que se registra hoy. Los mayores aportantes a esta ola creciente de movilidad social son China, India, Brasil y Rusia.
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