Que las Farc condicionen la tregua unilateral de las hostilidades al cese de ofensivas por parte de las Fuerzas Armadas no solo es un arma de doble filo sino una burla a la inteligencia de los colombianos. Las Farc no solo se aprovechan de las esperanzas del país en el proceso de paz para su conveniencia política, sino que, como de costumbre, anuncian a los cuatro vientos sus supuestas buenas intenciones, cuando en realidad lo que buscan es un respiro militar y político. Si las Farc quieren verdaderamente mostrar indicios claros de intenciones de paz, lejos de pedir que las Fuerzas Armadas incumplan con su deber constitucional, deben, sin más condiciones, dejar de atacar a la población civil y cesar las acciones terroristas contra el sistema productivo del país.
Es claro que en medio de la dinámica del conflicto armado los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas y los miembros de las Farc seguirán hasta que los acuerdos de paz se aprueben y se cumplan, sin embargo, el cese verdadero de las hostilidades se debe materializar dando fin a los actos violentos en los que la población civil se ve afectada. Mientras los altos mandos se fuman un habano en Cuba o se van de vacaciones a Venezuela y esperan que el Ejército los trate como si fueran intocables, el minado indiscriminado sigue atentando contra la vida y la integridad física de civiles que viven en el campo. Si las intenciones de las Farc van más allá de las que desde su creación se han visto reflejadas en su vil máscara, deben empezar a desminar los campos colombianos, un trabajo que, de ejecutarse de manera continua y planeada, se tomaría más de 50 años.
El cese de hostilidades no se limita a evitar enfrentamientos con tropas militares, sino a acabar con el reclutamiento y alistamiento de menores de edad, cuyas vidas se ven truncadas por el actuar delictivo y descorazonado de la guerrilla. Si quieren que en este nuevo año Colombia pueda empezar con el pie derecho, ordenen a todos sus frentes la suspensión absoluta e indefinida de las acciones terroristas contra el sistema productivo, esencialmente evitando los ataques a la infraestructura eléctrica y a los ejes de producción de petróleo del país. Los costos de estos atentados los asumen los bolsillos de los colombianos, y el dinero que se deja de percibir por el ataque de oleoductos y pozos bien podría destinarse para facilitar el posconflicto.
Según el Cerac, durante las cuatro treguas declaradas por las Farc en el proceso de paz, las acciones militares en contra del grupo guerrillero han disminuido, por lo que antes de caer en sus trampas y estrategias de mala fe, las Fuerzas Armadas deben doblar esfuerzos y seguir debilitando militarmente a este grupo. Las Farc no solamente son un grupo armado ilegal, sino que muchos de sus frentes se dedican exclusivamente al narcotráfico, lo que vuelve imperativa la labor de las Fuerzas Armadas colombianas de atacar con vehemencia todas aquellas estructuras que sirvan al tráfico y producción de estupefacientes. La estrategia militar y política de las Farc, de un cese unilateral de hostilidades de manera indefinida será válido en la medida en que ello conduzca al fin del conflicto armado.
Este 24 de diciembre a todos aquellos que se encuentran lejos de sus familias y luchando por la seguridad del país en los campos de Colombia, una feliz Navidad.
@tatidangond