No hubiera sido fácil organizar mejor las cosas para concluir que la tutela es el cáncer que carcome las instituciones del país y que arruina el poder judicial.

En el bochornoso tema de Fidupetrol, se trata de una tutela que nada tiene que ver con los derechos fundamentales, es decir, una de los centenares de miles que no debieran prosperar si se respetara la Constitución. Pero como la Corte Constitucional reformó la Carta a su antojo, pues valen las tutelas para la supuesta protección de los derechos económicos, sociales, culturales, colectivos y del ambiente. Como quien dice, para todo. Y el caso de Fidupetrol demuestra lo que puede ocurrir sin que lo notemos, cuando en un procedimiento tan sui generis, sin pruebas que lo sean de veras, sin controversia efectiva, se resuelve en horas un problema complejo. Da para todo.

La controversia que tan repugnado tiene al país surgió por una tutela contra decisión judicial, otra creación de la Corte Constitucional, que viola sin razón ni pena la condición básica de la tutela. Prevista para aquellos casos en los que un indefenso ciudadano se ha quedado sin juez, la ‘Corte de los Milagros’ la extendió a los casos en que el quejoso más jueces tuvo. Pero como no le gustó la sentencia, lo que le pasa a cualquier abogado derrotado en un proceso, se inventa que la tal sentencia equivale a una vía de hecho, y vamos para otras tres instancias judiciales.

El caso de Fidupetrol tenía que ser seleccionado para revisión en la Corte Constitucional, que es como ganarse un baloto. La Corte tiene poquísimas posibilidades de revisar un número significativo de tutelas. Así que las ‘selecciona’, como le da la gana al magistrado que en suerte le tocó ese día el cumplimiento de la tarea. Una tentación enorme, como se ve.

La tutela de Fidupetrol tuvo padrino, como la tienen casi todas las seleccionadas. Porque se trata de un acto discrecional, que no ha de motivarse y no tiene revisión de nadie. El magistrado obra como le da la gana, que es como supuestamente no deben obrar los jueces.

Escogida entre miles, la tutela para que prospere necesita no que el querellante tenga la razón o deje de tenerla, sino que al magistrado ponente le parezca simpático el caso para lucirse, para demostrar su buen corazón, o para imponer una tesis con la que pase a la historia, o con la que se gane la admiración de miles; buen comienzo para una campaña política. ¿Han notado que buena parte de los ex magistrados de la Corte terminan haciendo política?

Pero también puede suceder que aparezca su majestad el billete. Como en este caso. Una tutela de treinta y seis mil millones de pesos no es excepcionalmente valiosa. Hay muchas de esas y más acuerpadas. Y mucho Víctor Pacheco rondando. Y mucho magistrado que recibe visitas. Y mucho asesor ilustrado, como el fiscal Montealegre o el exmagistrado Rodrigo Escobar. Y mucho interesado vivo como el que ya se había robado parte de Interbolsa.

Lo de Fidupetrol terminó en escándalo porque no prosperó. Porque los magistrados ponentes le pusieron atención al asunto y no dejaron pasar, como casi siempre pasa. Pero, ¿en cuántos otros miles de casos las cosas son diferentes y se produce lo que se llama en el reino de la mafia, la coronada? Sin que nadie lo note. Porque, señores, el reino de la tutela es así. Simplemente así.