Como se sabe nacional e internacionalmente, en Colombia se está en negociaciones entre el gobierno Santos (2010-2018) y los guerrilleros autodenominados Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), negociaciones que se llevan a cabo en La Habana, Cuba, desde el año 2012.Tales negociaciones han sido prohijadas, en primera instancia por Cuba, que estuvo catalogada por EEUU como patrocinador de movimientos guerrilleros, arropados con el manto de la ideología comunista. A Cuba la secundaba la República Bolivariana de Venezuela, que financiaba y financia a Cuba con su riqueza petrolera. Esa misma Venezuela suele seguir, subrepticiamente al parecer, financiando a las insurgentes Farc.

Y, de sobra, se sabe que el territorio venezolano acoge a estos insurrectos (su refugio favorito) para recibir toda clase de logística.

Así las cosas, en Colombia se ha venido nutriendo de esas circunstancias una oposición de ultraderecha liderada por el anterior presidente de la Nación (2002-2010), quien durante su gobierno, con axiología de pragmatismo a ultranza de irrespeto al Derecho Internacional Humanitario y a los Derechos Humanos, y con una política denominada de Seguridad Democrática, dio golpes devastadores a los grupos en rebeldía.

Por todo lo cual, el líder de la ultraderecha alcanzó altos índices de popularidad y favorabilidad (de hasta el 80%).

Los métodos que utilizó -basado en ‘el fin justifica los medios’-, se apoyaron en el uso de grupos civiles armados en connivencia, frecuentemente, con miembros de la Fuerzas Militares de Colombia (la Fuerza Pública en general), conocidos tales grupos armados sanguinarios y criminales como ‘paramilitares’.

Fueron métodos que cada día que pasa llenan de terror a los colombianos y a la opinión internacional, al venirse constatando su veracidad espeluznante: crueles barbaridades, despojos de tierras con violencia o con intimidaciones imposibles de desconocer, actualmente, porque cada día se comprueban. Lo que tiene al país con millones de desplazados.

A lo que se sumó que los paramilitares, ellos mismos, ejercieron la política o la hicieron con testaferros, muchos de los cuales hoy pagan (o ya pagaron) condenas. Otros han sido extraditados a EEUU por convenio, ya que tanto los guerrilleros y paramilitares, como los políticos, se dedicaban también al narcotráfico. Es más, los insurgentes aún son narcotraficantes en grande.

El líder de la ultraderecha, en los últimos años de su extenso mandato nacional, emprendió un acuerdo generoso en lo sumo que tiene en libertad a muchos de tales cruentos personajes de la mafia paramilitar-narcotraficante.

Al llegar Juan Manuel Santos a la Jefatura de Estado en el año 2010, la axiología de este estadista internacional hizo cambiar los principios y valores que eran cotidianos en el gobierno de extrema derecha anterior, para bien de la ética y la moral.
Y, con ese cambio, sin menguar en lo militar para asediar el terrorismo de los grupos insurgentes, los ha llevado a sentarse a la mesa de negociaciones en la búsqueda de un acuerdo de paz (garrote y zanahoria) con las Farc. Y con el otro grupo terrorista autodenominado Ejército de Liberación Nacional (ELN), con tal asedio también, ya lo tiene en vía de sentar al diálogo.

Porque de eso se trata: reconciliar a todos los colombianos para lograr ese anhelado país con paz, equidad y mejor educado.

Santos no ha considerado prudente establecer un cese el fuego bilateral.

En este estado de cosas, el líder de la ultraderecha ha bajado su popularidad-favorabilidad de más de 80% a menos de 50%. Y es entonces cuando el opositor ultraderechista a los diálogos de paz, preocupado por tal tendencia a la baja de su favorabilidad por su discurso guerrerista y viendo que los comicios locales y presidenciales del 2018 se avecinan inexorablemente, manda a terceras personas a que le tiren un piscolabis. Tentempié que fue el de tratar de inhabilitar a su vicepresidente (de Santos) y superministro de infraestructura para que pueda aspirar a ser Presidente de la República en el año 2018, para él luego, estratégicamente, aparecer como el salvavidas del vicepresidente de Santos. De seguro que semejante tentempié o piscolabis recupera la favorabilidad o credibilidad de sus áulicos irreflexivos.

Pero, el más reciente piscolabis que ha recibido el de la ultraderecha es el aparentemente incoherente, alevoso y cruento ataque de las Farc contra las Fuerzas Militares en el departamento del Cauca, donde mataron a 11 soldados y suboficiales e hirieron a 25. Incoherente porque las Farc habían declarado cese el fuego unilateral.

¿Aparentemente incoherente? No, obedece a su acostumbrada truculenta estrategia prefijada de antaño:

Proclamó las Farc cese el fuego unilateral para adormecer las alertas de la Fuerza Pública y así darle golpes importantes, que conmocionan a la opinión nacional e internacional: lo lograron. Han de fomentar el caos de polarización política e ideológica a ver si de esa manera pescan en el río revuelto, algún día, el poder.

Que entiendan los insurgentes armados, de una vez por todas, que el poder lo podrían obtener con paz y reintegrados a la Democracia de Estado Social de Derecho y de Economía de Mercado.

Sin importarle a las Farc que con ello le dieron un segundo piscolabis, tentempié, al líder ultraderechista que le cayó como anillo al dedo para vociferar en sus tuits (trinos) contra el proceso de paz. Nada más y nada menos que alimentar la política guerrerista de tan sin escrúpulo señor.

Que ahora, con tal de mantener vigente su alicaída favorabilidad para enfrentar los comicios de 2018 con su Centro Democrático aprovecha al máximo todo tentempié, venga de donde venga.

En conclusión:

Colombianos, estemos siempre alerta, a fin de no propiciar piscolabis al ultraderechista.

Y al Gobierno Santos:

No le haga el juego a estas malévolas estrategias de las Farc ni a las del de la extrema derecha.

No es cuando estas estrategias determinan cuándo levantarnos de la Mesa de Negociaciones en La Habana-Cuba, sino cuando usted, doctor Juan Manuel Santos, y sus circunstancias, se lo determinarán. O cuando la paz se acuerde, y Colombia y sus habitantes logremos un posconflicto entre todos por un nuevo país con paz, equidad y mejor educado. Es decir una vida digna con justicia social y sin ninguna clase de exclusión ni discriminación.

Raúl Arzuza Cuesta
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