En este comienzo de agosto están celebrando el Día del Periodista colegas que ven en don Antonio Nariño un paradigma del periodismo, más convincente que el de don Manuel del Socorro Rodríguez, a quien se recuerda el 9 de febrero.

Antonio Nariño, creador de La Bagatela y de Los toros de Fucha, es el precursor del periodismo político y, sobre todo, el ejemplo de la búsqueda y defensa de la libertad, títulos suficientes para que los periodistas nos identifiquemos con él y lo veamos como paradigma de la profesión.

Don Manuel del Socorro Rodríguez, cubano de nacimiento, devoto e ilustrado, llegó a este país invitado por el virrey Ezpeleta, para publicar un semanario: El papel periódico de Santa Fe, en el que, más que las noticias, importaban artículos sobre la quina, o sobre los experimentos del antimefítico, o una égloga fúnebre por la muerte del poeta Tirso Ymareta, todo de acuerdo con la voluntad del virrey.

Entre este obsecuente servidor del poder virreinal y el independiente Nariño, los periodistas colombianos deben elegir su figura ejemplar y, por lo visto, al celebrar su día en la primera semana de agosto, estos periodistas han optado por la libertad representada en Nariño. Coincidió con la celebración la noticia del retiro de cinco periodistas del Diario del Cauca, que no quisieron seguir legitimando las prácticas de Hernando Suárez Burgos, empresario y dueño de 25 diarios Extra, de circulación en poblaciones de provincia.

El antiguo senador Suárez ha constituido un emporio mediático en el que imperan la explotación y malos salarios, como las que denunciaron los cinco periodistas que renunciaron en Popayán: “La dignidad es más poderosa que la necesidad”, dijeron. Pasaron de escribir cinco artículos diarios a 10, por un salario que no alcanza los 800.000 pesos mensuales. “El periódico no puede pagar el millón y medio que piden”, exclamó Suárez, quien se valió de su experiencia de senador: “La academia está preparando para un periodismo facilón de escritorio”, dijo para defenderse de la acusación, atacando. Los periodistas al renunciar recordaron al editor que por orden de Suárez había doblado su carga laboral: “Hagan una nota de reportería y las demás con boletines”.

Lo cierto es que la voracidad del empresario estaba condenando a los lectores a un periodismo mediocre, reencauche de boletines y de llamadas telefónicas, y envileciendo a los periodistas y su profesión.

La coincidencia de este hecho con la celebración de agosto muestra que no es tan trivial como parece la disputa de las dos fechas y de los dos personajes representativos de la profesión. La escogencia es entre un periodismo sometido al poder del negocio, sostenido con malos salarios, y un periodismo independiente que defiende su dignidad y que no admite más amo que su lector. De eso se trata.

El periodismo es un servicio público que no puede estar sometido a la lógica del negocio que convierte al periodista en mercenario y la noticia en una mercancía que se maneja de acuerdo con el interés de un empresario. La renuncia de los cinco periodistas en Popayán interpreta el sentir de numerosos periodistas que a diario se debaten en el conflicto entre su dignidad y su necesidad.

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