Los hombres civilizados han logrado un considerable dominio sobre la naturaleza. Han desarrollado inventos maravillosos como el avión, y están aprendiendo rápidamente a ejercer control sobre el sufrimiento físico y la muerte prematura. Pero, en lo que se refiere al manejo de las relaciones humanas es como si siguiéramos viviendo en la Edad de Piedra.

En el lugar del mundo que miremos hallaremos actitudes hostiles y prevenidas hacia personas que pertenecen a un grupo distinto, como es el caso de los prejuicios étnicos. La discriminación étnico-racial no ha cesado. En Estados Unidos, en 2014, la policía mató a más de 100 afrodescendientes desarmados, teniendo como excusa la sospecha de su apariencia.

Colombia es el segundo país, después de Brasil, con mayor número de población afrodescendiente en América Latina. Esta población afrocolombiana tiene la mayor vulnerabilidad sociodemográfica, las peores condiciones de vida.

Un experimento con niños, en diversas partes del mundo, muestra que los orígenes del racismo se inician a temprana edad, especialmente inculcado por padres y maestros. A niños entre 7 y 10 años se les presenta un muñeco de piel blanca y uno de piel negra. Se les pregunta: ¿Cuál es el más feo? Casi todos señalan al muñeco negro. Se pregunta: ¿Cuál de los dos muñecos es bueno? Casi por unanimidad escogen al blanco. Si se roban un dulce, se pregunta: ¿Cuál de los dos lo tomó? Casi todos eligen al muñeco negro. Por último, se les pregunta: Cuando sean grandes, ¿cuál de los dos va a ser rico? La mayoría señala al muñeco blanco, incluyendo las respuestas de los niños de piel negra.

La ciencia –muchas veces de manera irresponsable–ha contribuido a profundizar los prejuicios raciales. Todavía, en el derecho penal, la absurda teoría de Lombroso tiene vigencia, y sus ideas se han generalizado en gran parte de la población. Él llegó a la conclusión de que el criminal no es un hombre común, sino que está caracterizado por sus rasgos morfológicos. Su descripción física del criminal nato es lo más parecido a Mike Tyson.

Las actitudes negativas hacia los otros se pueden expresar en distintos grados de intensidad. Pero todas indican un rechazo que puede ir desde hablar mal, evitar el contacto, la discriminación, el ataque físico y el exterminio.

Los grupos humanos se sienten más cómodos con sus iguales. Quienes tienen prejuicios raciales rechazan al otro, con el fin de aprovecharse económicamente, como es el caso de los europeos hacia los migrantes latinos y africanos. En algunas situaciones es por estatus u orgullo de sentirse superior. Otras veces es por temor e impulsos defensivos; como en los estudios de Allport, quien halló que el blanco norteamericano expresaba rechazo al negro porque podía violar a su mujer. Y encontró este autor que la población blanca se sentía inferior sexualmente.

Quizás uno de los avances más grandes que los hombres pudiéramos adelantar, en las relaciones humanas, es dejar de exacerbar nuestras diferencias y prejuicios. Y entender que todos somos terrícolas, habitantes del mismo planeta.

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