Cada día llegan a Alemania miles de refugiados, la mayoría de los cuales huyen de guerras de origen neocolonial en Siria, Irak o Afganistán. Asimismo, cada día aparecen cientos de comentarios xenófobos en las páginas web de los medios de comunicación y en las redes sociales. También han vuelto a crecer en número las manifestaciones de organizaciones que proclaman defender al mundo occidental de la supuesta islamización, como Pegida.

Hace meses los alemanes sorprendieron al resto del mundo con una impresionante ola de solidaridad al acoger a los refugiados. Les proporcionaban camas, comida y otro tipo de apoyo, como clases de alemán. La canciller Ángela Merkel logró amortiguar su imagen de madrastra de Europa con aquella frase valiente de “podemos con ello”, en referencia a la llegada masiva de inmigrantes. Sin embargo, era de esperar que, en algún momento, se produjera una reacción contraria, aunque quizás no con tal virulencia.

Ahora los ataques contra los refugiados se han multiplicado. Casi cada semana arde un edificio destinado a albergar a los necesitados. El incremento del odio contra los políticos y contra todos aquellos que defienden la política de puertas abiertas ya no se queda en lo verbal. Hace un par de semanas, un individuo apuñaló a la candidata a la Alcaldía de Colonia por defender la acogida de refugiados. En la vecina Holanda está pasando algo parecido.

Asimismo, bajo la falsa excusa de la libertad de expresión, se ha generado un ambiente de tolerancia hacia los comentarios y mensajes racistas y de odio que muchas veces escapan a la censura en las redes. En un experimento un usuario publicó una foto de una mujer desnuda y un hombre que sujetaba un cartel con un lema ultrarracista. Facebook borró la entrada por pornográfica, no por xenófoba. Ahora sigue la misma foto, solo que con los pezones de la mujer tapados.

Sin duda, con la llegada continua de inmigrantes está creciendo la inseguridad en la sociedad alemana. Mientras, muchos de los voluntarios que han ayudado desde el principio a acoger a toda la gente están al límite de sus fuerzas. Es un momento peligroso que está siendo aprovechado por políticos populistas que reivindican que dicen lo que la gente piensa frente al establishment de lo políticamente correcto. La crisis de los refugiados ha resucitado a Alternativa por Alemania, un partido de claros tintes ultraderechistas que parecía casi acabado hace unos meses, y que ahora ha invitado a una manifestación contra la política de asilo de Merkel este fin de semana en Berlín. Es lógico que cundan los nervios entre los democristianos de la canciller, que también le reprochan su discurso, basado en razones humanitarias.

En esta situación explosiva se requiere un discurso equilibrado que defienda la solidaridad con las víctimas de las guerras –no hay que olvidar que millones de europeos también huyeron de conflictos a lo largo de la historia– a la vez que sea comprensivo con las preocupaciones de muchos alemanes sin alimentar el cierto racismo que seguramente sigue latente.

@thiloschafer