Hace años cuando aún mataba, el grupo terrorista ETA solía mandar una carta a las embajadas y redacciones de los grandes medios europeos en la que advertía su propósito de lanzar una campaña de atentados en las playas españolas durante la temporada turística de verano. Para darle credibilidad a la amenaza, ETA asesinó a unos pocos turistas entre los millones que visitan España cada año. Cuando me llamaban desde mi periódico en Alemania me negaba a publicar esta noticia porque consideraba que, al hacerlo, la banda alcanzaría su objetivo propagandístico.

Demasiadas veces, la prensa es la mejor cómplice de los terroristas. Llevar grandes titulares sobre un peligro inminente y omnipresente resulta demasiado tentador para muchos editores, y el ritmo cada vez más vertiginoso de las noticias tampoco es propicio a dar una información pausada.

Es lo que estamos viendo una vez más estos días tras el terrible atentado múltiple de París. En su afán por adelantarse al resto, los medios no se han cortado en publicar informaciones semioficiales o puras especulaciones que han contribuido a aumentar la confusión y angustia entre el público. Es un ambiente del que se aprovechan a menudo los políticos, que ven la oportunidad de presentarse como los garantes de la seguridad ante la opinión pública.

La suspensión a última hora del partido de fútbol entre Alemania y Holanda el martes, cuatro días después de que la selección germana fuera testigo del pánico en el Stade de France de París, probablemente fue acertada. Pero la decisión ha incrementado la psicosis entre los seguidores que ahora dudan si deben ir a ver a su equipo de la Bundesliga el próximo fin de semana. Por si fuera poco, el ministro del Interior alemán, Thomas de Mazière, ha disparado la incertidumbre al retener algunos detalles sobre los motivos para suspender el encuentro deportivo. “Una parte de la respuesta causaría aún más preocupación”, dijo de forma críptica.

Otra enorme irresponsabilidad fue divulgar que se había encontrado un pasaporte sirio en los alrededores del estadio de París. A esta información, le siguieron en seguida especulaciones que afirmaban que uno de los terroristas podría haber llegado a Europa escondido entre refugiados. Toda una invitación para los demagogos. Un ministro de Baviera exigió que había que replantearse la llegada masiva de inmigrantes de Siria, obviando que casi todos los autores de la masacre identificados habían nacido en Francia o Bélgica.

Mientras tanto, la primera reacción del presidente galo, François Hollande, fue declarar la guerra al autoproclamado Estado Islámico e intensificar los bombardeos sobre posiciones de la organización terrorista en Siria. Se trata de dos soluciones tan discutibles como fáciles –detener la llegada de refugiados y atacar a los yihadistas sobre el terreno– que quizás complazcan a gran parte del público. Sin embargo, obvian que la solución del problema del terrorismo islamista es muchísimo más compleja.

@thiloschafer