Acaban de expropiar los medios de comunicación de Colombia, radio y televisión, y no hubo uno tan solo que tuviera el carácter de oponerse o siquiera de darse por aludido.
En efecto, el Gobierno acaba de imponerles la obligación de regalarle cinco minutos diarios en horario Triple A para hacer pedagogía sobre el plebiscito. De paso sea dicho, nos condenan a oír y ver cinco minutos diarios al doctor De La Calle, o a Sergio Jaramillo, o a los dos al tiempo. Gracias a Dios tenemos cable: mucho mejor el fútbol boliviano o australiano.
Pero volvamos a las cadenas y las emisoras. Sencillamente, se les roban lo que tienen y producen, que es tiempo al aire para sus oyentes o televidentes. En eso consiste el derecho de propiedad que ejercen. Por donde aparece que el decreto de Cristo, el ministro, por supuesto, es sencillamente una confiscación, expresamente prohibida en la Constitución Nacional.
Contra todo lo que pudiera esperarse, nadie levantó una voz, ni ensayó una protesta. Lo que significa que tampoco lo harán cuando no sean cinco sino cincuenta o quinientos minutos lo que les quiten. Ya todo es cuestión de tamaño. El precedente se ha establecido y la democratización de los medios, tan repetidamente exigida por las Farc, es un hecho.
Tendremos que preguntarnos si esa docilidad de los medios se explica porque no se dieron cuenta del expolio, o porque les da miedo que los declaren enemigos de la paz y amigos de la guerra, o por pura cobardía, monda y lironda. Lo cierto es que les hicieron la cirugía y no lanzaron al aire ni un gemido.
Pero el tema es mucho más de fondo. Porque nadie trazará la línea divisoria entre la pedagogía y la propaganda. Así que el Gobierno ha descubierto la manera de lanzar una feroz campaña publicitaria a favor de su engendro, que no le costará un peso y no tendrá réplica posible. Se comprenderá que quienes estamos en franca oposición a este esperpento no tendremos un solo minuto de pedagogía. Eso significa, sin mucho andar, que Juampa ha eliminado la oposición, ha hecho imposible la controversia y se ha apoderado de los medios de comunicación para la promoción de su diabólico proyecto. Eso es lo que hacen las dictaduras más agresivas. Nos imaginamos que esa campaña pedagógica comprenderá la orden adicional a la prensa escrita para que ceda una página diaria para su piadoso empeño de enseñar, enseñar y enseñar.
Como no hay controversia ni contradicción, la pedagogía anunciada será la que al Gobierno le dé la gana, proponiendo los acuerdos de paz como el camino más pleno hacia la felicidad de todos. No solo hacia el sosegado transcurrir de nuestras vidas, sino hacia la economía más próspera, la educación más elevada, la salud mejor garantizada, la vivienda regalada y decorosa, las mejores carreteras, el campo mejor sembrado y los bosques mejor cuidados. ¿Para qué no servirá un acuerdo entre Juampa y Timochenko? Para todo, sin duda, Para traernos el paraíso a la tierra, tan linda propuesta cuando nos tienen viviendo tan maluco.
La dictadura no se para en pelos. No le queda lejos nada. Eso lo sabíamos desde hace rato. Apenas nos sorprende que sean tan evidentes sus agresiones y tan pacientes los colombianos para soportarla. Vamos a tener que importar a María Corina Machado o a Lilian Tintori para que nos enseñen cómo se llevan pantalones bien amarrados.