Se dijo de los borbones que ni perdonaban ni olvidaban. Algunos tampoco supieron callar sus odios memoriosos. Eso es lo que pasa con Juampa, como se los contaremos para rematar el mal año del 2.015.

Nos cuenta la historia que en casa de un gracioso dibujante al que quisieron graduar de escritor, mal intento, como se ha visto, estaba reunida la flor y nata del santísimo, valga decir la esencia de la mermelada, de la corrupción de la política que algún día quiso ser noble, cuando apareció nuestro dudoso héroe, en plan de noticioso ganador.

Ante esa lamentable audiencia, el tiranuelo se fue de la lengua, para proclamar que el próximo 20 de enero, e insistió en la fecha, el Consejo de Estado, el mismo que nos tuvo a Petro un año entero como alcalde de Bogotá, produciría la nulidad de la elección del procurador Alejandro Ordóñez Maldonado. Todo estaba atado y bien atado, de modo que los presentes podían registrar el hecho y la fecha. ¡Qué descanso! No más procurador estorbando los espléndidos planes de la nueva dictadura.

Pronto sabremos si es verdad lo que se ha dicho. Porque para verdades el tiempo, como diría uno de los grandes clásicos castellanos que no han sido lectura predilecta de Juampa ni de su ocasional anfitrión. El 20 de enero ya no seguirá marcando la historia de las corralejas, sino otra de mucho más monto, la de un soberbio prevaricato de los que han llegado al Consejo de Estado solo para prevaricar. Y de un enorme delito de abuso de autoridad cometido por el presidente que en maldita hora nos impusieron en castigo de tantas faltas.

La salida del procurador no basta tan solo a llenar el almita resentida del presidente. Mucho más que eso, alivia los caminos hacia su pestilente dictadura.

Sin Ordóñez en la Procuraduría, no quedará quién le recuerde a la Corte Constitucional que un Congresito, miniatura del que eligió el pueblo colombiano, no puede ser instrumento para abrirle camino hacia la Constitución y a la Ley a los acuerdos que Santos alcanza en La Habana, con la inspiración de su marxista hermano mayor, el Enrique de “Así empezó todo”, y la ejecución de De La Calle y Jaramillo, sus deplorables instrumentos para semejante efecto. ¡Qué daño les harían a ciertos magistrados las palabras rotundas y sabias del procurador!

También causarían estragos las argumentaciones de Ordóñez sobre el adefesio de darle al presidente facultades extraordinarias para dictar los decretos con fuerza de ley que su antojo recomiende. Ni al Reyes del Quinquenio, ni a Rojas Pinilla, se les hubiera ocurrido semejante barbaridad. Y no hay Ordóñez que lo diga.

Como no habrá Ordóñez que recuerde las violaciones sistemáticas que esos bandidos han cometido contra todos los derechos humanos en Colombia. Qué bueno será callar que en la noche de San Silvestre, 31 de diciembre, miles de niñas campesinas fueron ultrajadas por los salvajes que para eso las robaron de sus casas. Cómo incomodan esos recuerdos.

Y qué tan a propósito resulta que no haya a nombre de la sociedad colombiana quien denuncie que esos “plenipotenciarios” de las Farc son los hombres más ricos de Colombia y que en La Habana serán lavadas sus fortunas detestables.

Definitivamente, Ordóñez estorba. Y el 20 de enero lo sacará el Consejo de Estado. Para dolor de la República y festejo de nuestro impúdico presidente.