Dentro de mis propósitos para este año está ser más consciente con los recursos de nuestro planeta. Como sociedad, hemos simulado un modelo de desarrollo de países altamente industrializados donde el nivel de desperdicio es inmenso. No solo aquello que se adquiere sin necesidad, sino también aquello que se malgasta y desperdicia. Creemos, en muchas ocasiones, que necesitamos más de esas cosas u objetos que ya tenemos y no hemos utilizado; para otros, es gastar más de aquello que creemos nos pertenece, como agua, energía, recursos, o cualquier otro elemento que el planeta nos brinda. Otros son acumuladores que necesitan guardar todo cuanto pueden.

Detrás de esta necesidad de tener, acaparar y desperdiciar se esconde un profundo vacío emocional y una cultura que podría ser muy ajena a lo propio. Por esto, este 2016 mi plan para los primeros meses es revisar a conciencia cuánto verdaderamente necesito de aquello que consumo y cuánto simplemente lo consumo por hábito o vicio. Revisaré cuánto me sobra, qué no estoy utilizando ¡Si ha pasado un año y no lo he utilizado es porque seguramente no lo voy a utilizar en el próximo año! Entonces sabré que tengo que entregárselo a otro para que le dé mejor uso; revisaré cuántas cosas acumuladas tengo que podría ceder a otro.
Como unos meses para revisar de qué manera he contribuido a desperdiciar y malgastar mis recursos y aquellos que son colectivos.

Limpiaré mi casa de enseres y objetos acumulados para entregarlos a aquellos menos afortunados para que puedan darle buen uso. Siento que es el momento de descargar equipaje y comenzar a simplificar el viaje; así también le buscaré hogar a los libros que ya nadie lee en mi casa, discos que ya nadie escucha y revistas que ya nadie ojea, para que otros también puedan disfrutarlos.

Acumular no es un camino que genere felicidad. En cambio, sé por experiencia y conocimiento que dar es más gratificante que acaparar para desperdiciar. Por esta vía está la siguiente etapa de mi plan: estar más consciente de la basura que entrego al planeta y disminuir mi nivel de desperdicio, así tendré más claridad de aquello que no utilizo verdaderamente y de aquello que puedo reutilizar en vez de remplazar por más de lo mismo.

Desprenderse puede resultar amenazador, pero también un ejercicio de liberación de aquello que nos ata a objetos que ya no necesitamos. Para cuando termine este año, espero ser una consumidora renovada con una mirada más conservadora frente a los recursos compartidos, los propios y el desperdicio. Así, contribuir a la salud y bienestar del planeta, que es nuestro recurso compartido más preciado y el que no podemos seguir malgastando.