“No hay tutía, te comes la espinaca o no vas al cumpleaños”, le decía la madre al niño para obligarlo a comer lo que no le gustaba. Y debía hacer caso, porque, decir “no hay tutía” era como decir: debes obedecer; no hay remedio. Podríamos pensar que esta expresión, tan comúnmente usada, es un modismo nuestro, pero en realidad tiene su origen en la edad media. La palabra “tutía” deriva de attutiyya o al-tutiya, medicamento de origen árabe empleado para las enfermedades de los ojos, que es el resto de óxido de zinc que queda adherido en las paredes de los hornos luego de la fundición del latón. Es una aleación de cobre y zinc. El nombre, con el paso de los siglos, perdió la primera letra, la ‘a’ Siendo “tutía” sinónimo de remedio, “no hay tutía”, es: “no hay remedio” y debería escribirse “tutía” y no “tu tía”. Sin embargo, la Real Academia de la lengua Española acepta ambas versiones. Cuando las mamás de antes le decían a los niños “no hay tutía”, no estaban chanceando, pues era: “te la comes porque te la comes”, y no como ahora, que los pelaos reviran: “no me la como y no me la como”. Y no hay quien los contradiga. Es así y no hay tutía. Y si insisten, son capaces de entutelar a los padres. Ese es el mundo de hoy, el mundo en el que estamos viviendo, y no hay tutía. Y aunque nos critiquen, seguimos insistiendo en que antes había mas tranquilidad, más serenidad y sin tantos perendengues tecnológicos se gozaba más la vida, y de eso no hay tutía. Pero todo evoluciona y muchos están felices y “engandiciados” conque ahora tienen “el mundo en sus manos” y ya todo lo hacen desde su escritorio: encorvados, sin moverse, sin desplazarse. Gran vaina. Se van a volver unas momias y se los va a comer la artrosis. ¡De eso no hay tutía!

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