Es famosa la frase de la economista Joan Robinson según la cual “la miseria de ser explotado no es nada comparada con la miseria de no ser explotado en absoluto”; es decir, estar desempleado. Es difícil exagerar los costos personales, familiares y sociales que implica el desempleo.

En efecto, en mi opinión, si la política económica tuviera un rostro más valiente, la tasa de desempleo sería la variable de política macroeconómica más importante; no la inflación y ni siquiera el producto interno bruto. Sé que se me podrá acusar de “populista” o hasta “comunista”. Sin embargo, hay fundamentos teóricos y evidencia empírica que apoyan la idea de que la meta inflacionaria y el pleno empleo no son objetivos excluyentes. Si lo fueran ¿por qué en su reciente testimonio ante el Congreso estadounidense (10 de febrero) Janet L. Yellen, declaró que “estamos comprometidos con nuestros objetivos duales [fomentar el empleo y sostener una meta de inflación]”?

Para contextualizar el tema al caso de la costa colombiana, los más recientes datos oficiales por región publicados por la Dane, y que cubren el segundo trimestre del 2014 al primero del 2015, muestran que la tasa de desempleo total en las cabeceras de la región atlántica aumentó de 7,8% a 8,5%. No parece que desde entonces haya habido acontecimientos que revirtieran esa alza. Sería muy preocupante rebasar la barrera de los dos dígitos.

Ahora bien, la mayoría de los libros de texto de macroeconomía aceptan que, entre otras cosas, el salario está positivamente relacionado con el nivel de empleo: si sabes que hay una fila de personas desempleadas, esperando ansiosas el turno para tomar tu trabajo, no tendrás poder de obtener un mejor salario. De esto se sigue que a mayor desempleo mayor será el poder de las empresas de imponer salarios y (todo lo demás igual) de obtener mayores ganancias. Esto crea un posible vínculo entre mayor desempleo y mayor desigualdad.

A mí no me sorprendería que en estos razonamientos se encontrara una de las razones por las cuales muchos bancos centrales en América Latina tienen como único objetivo sostener una meta de inflación: fomentar el pleno empleo los enfrentaría a las empresas, que en su incapacidad de innovar o su débil posición frente a otras mayores (o su simple codicia) recurren a los salarios bajos. ¿Será? Bienvenido sea el debate razonado.

*Profesor del IEEC, Uninorte. **Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen la posición de la Universidad ni de El Heraldo.