En los Estados Unidos el poder, económico, social y en especial político, ha estado históricamente concentrado en la mayoría WASP, acrónimo que significa “avispa”, por las iniciales de White, Anglo Saxon, Protestant (Blanco, Anglo Sajón, Protestante), a lo que hay que agregar Male (Macho), género que ha monopolizado la Presidencia de la Unión. Sin embargo, la actual carrera para la elección del próximo presidente, además del inusual sainete de pugnacidad y disparates populistas, deja traslucir un desafío que hace recordar el libro de Moisés Naím sobre El fin del poder.

Hoy, víspera del supermartes, quedan con aliento las campañas de cinco candidatos: los dos en contienda por el Partido Demócrata son una mujer (Hillary) y una persona irreligiosa (Sanders), quien dice creer en un dios personal sin adherir a ninguna religión conocida. El único antecedente de un no protestante en la Casa Blanca ha sido el de John Kennedy, católico, pero que cumplía con los otros estereotipos: Hombre Blanco Anglosajón. Sin religión hasta ahora ninguno. Entre los tres republicanos sobrevivientes hay dos de ascendencia latina (Cruz y Rubio) y uno emblemático Avispa Macho (Trump). El único otro presidente fuera de la hegemonía WASP es Barack Obama, por considerarse negro, pero también es Hombre, mitad Anglosajón y Protestante. Latino ninguno, mujer tampoco. Solo un triunfo final de “el Donald”, que contra toda previsión inicial ahora no se descarta, daría continuidad al poder político de las avispas macho.

¿Estará en riesgo la existencia de esa subespecie endémica de Washington? Que cuatro de cinco finalistas se salgan del molde lo sugiere. Entre las razones para ello registramos en los últimos 25 años dos cambios sociológicos: primero, el salto de la participación de la mujer en política, cuya presencia total en Senado y Cámara ha pasado del 5% al 20%. Segundo, el incremento de los no creyentes, o no practicantes de religión alguna, de un 8% a un 20%, lo que lo hace el grupo de mayor crecimiento desde un ángulo religioso en este cuarto de siglo. Un tercer cambio de tipo demográfico en el mismo período nos revela un aumento de las personas de ascendencia latina o hispanoamericana del 9% a casi el 18% del total de la población. Por tanto, para cada uno de esos grupos la probabilidad de estar representado entre los finalistas es ahora de uno entre cinco.

¿Habrá la fragmentación del bosque electoral pasado el umbral que anticipa la extinción de su especie más representativa? No podemos asegurarlo, pero sabemos que algunas avispas hembras tienen la capacidad de reproducirse asexualmente, habilidad que torna irrelevante a las avispas macho en esas familias. Confiemos en que de manera semejante el ecosistema de la democracia norteamericana no solo subsista sino que florezca en su diversidad a medida que avance el proceso de extinción de sus avispas macho.

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