Datos de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones y del Banco Mundial indican que desde 2015 más del 95% de la población mundial recibe una señal móvil, mientras que más de 3.300 millones de personas están conectadas a Internet, con un crecimiento exponencial, sobre todo en países en desarrollo. En Colombia, según el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, MinTic, 8 de 10 colombianos usan Internet, y la cifra sigue creciendo.
Jamás había estado la humanidad tan conectada y nunca tantas personas habían tenido acceso a la información con la posibilidad de interactuar en línea con un portal tecnológico que ofrece bienes y servicios.
A pesar de esa realidad, recientemente hemos escuchado en el país voces que piden reglamentar las plataformas tecnológicas. Algunas salen de la Procuraduría y son acogidas por varios ministerios, pero el MinTic, dirigido por David Luna, se opone, con mucha razón.
Pueden establecer todas las barreras que quieran, si es que pueden, y tratar de mantener la zona de confort de los se ven amenazados por la tecnología, e incluso premiar la mediocridad y la ineficiencia, pero con seguridad todas esas barreras serán superadas por la creatividad de los que surgen como respuesta a la demanda de la eficiencia.
Las plataformas tecnológicas en línea nos están llevando de una economía sin mucha colaboración a una en la que todos colaboran con todos, como una muy buena forma de hacer negocios. Este nuevo modelo permite que la demanda y la oferta estén en contacto permanente, maximizando la utilización y rentabilidad de los bienes, por lo que ha sido llamado el ‘capitalismo de plataforma’ o el ‘Internet de las cosas’.
Según PricewaterhouseCoopers, la economía colaborativa se sostiene sobre cuatro pilares básicos: 1. Plataformas digitales que conectan un bien o servicio no utilizado con la demanda. 2. Transacciones que ofrecen el uso, en lugar de la posesión de un bien. 3. Formas de consumir de manera más colaborativa, y 4. Experiencia de marca que conduce a una conexión emocional.
Esa economía colaborativa, con base en plataformas tecnológicas, permite que hoy se tenga más acceso a la formación académica, a la obtención de bienes y servicios de acuerdo con las necesidades de los usuarios, sin tener que ser el propietario del bien y menos estar sujeto a las condiciones que imponen hoy los prestadores de muchos de esos servicios, que en la mayoría de las veces están amparados por una protección monopolística.
Regular plataformas tecnológicas a través de las cuales se ofrecen bienes o servicios que favorecen al consumidor, con el único argumento a favor de que los ineficientes y abusadores pagan impuestos o que los permisos que requieren son costosos, es tratar de reglar la innovación y violar el derecho que tienen todas las personas en una sociedad libre y democrática de asociarse para intercambiar bienes y servicios según sus intereses y sin que se afecte a los demás.
@clorduy
clorduym@gmail.com