Nuestra costumbre de discutir con propiedad sobre asuntos que no conocemos, o que suponemos conocer pero realmente no, se evidencia en las conversaciones sobre lo acordado entre el Gobierno y las Farc en La Habana. Lo común es encontrar bien a los contradictores, quienes ven en la posibilidad de la paz la amenaza del castrochavismo, o a los defensores, quienes encuentran en esta negociación el fin de todos los problemas del país.
Sin embargo, al preguntar quién conoce los preacuerdos, en el mejor de los casos alguien dice haber leído parcialmente uno de ellos, sin enumerar los temas que los nuclean. Si no sabemos de qué hablamos, ¿con qué argumentos discutimos? La respuesta se reduce a polaridades emotivas sobre si los guerrilleros irán o no a la cárcel, si habrá o no impunidad, o si se está entregando o no el país.
Uno se pregunta entonces por el rol del Gobierno, los medios de comunicación y las instituciones educativas, entre otras, para que el país se involucre de manera informada en esta discusión.
Por curiosidad busqué en internet “acuerdos de La Habana” y en ninguno de los enlaces de las primeras páginas encontré un sitio con los preacuerdos completos. Aparece el “Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” que dio inicio a los diálogos, y dentro de los pocos sitios en los cuales están ordenados con cierta facilidad para el lector están La Conversación más Grande del Mundo y DiálogosDePaz, página de las Farc.
La Conversación más Grande del Mundo, iniciativa gubernamental, tiene de interés que propone el diálogo alrededor de diversos temas, de tal forma que nos acostumbremos a deliberar en lugar de recurrir a la violencia, pues en este aprendizaje radica el verdadero proceso de paz. Sin embargo, es incipiente la estrategia del Gobierno para involucrarnos en el debate sobre la terminación del conflicto armado y la construcción de un país incluyente. Se necesita participación con conocimiento y aún es tímido el liderazgo de las universidades y los medios de comunicación que podríamos jugar un papel decisivo en la reflexión sobre los contenidos de estos documentos. Cuando los medios privilegian opiniones a veces sesgadas o desinformadas sobre ellos, en lugar de una pedagogía para la paz, alimentan la polarización.
Llama la atención algo casi desapercibido en Conejo, La Guajira. Como parte de su estrategia de socialización, las Farc entregaron la cartilla “Un nuevo día para la paz”, elaborada por el Semanario Voz, en la cual, en lugar de un texto largo y complicado, usan cómics con personajes locales, a partir de los cuales intentan informar a la población campesina sobre las ventajas de los acuerdos; les invitan a movilizarse en su defensa y a apoyar una constituyente para refrendarlos. Para los escépticos, en esta cartilla no se llama ni a la violencia, ni a la toma de poder.
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