Es común encontrar en muchos ambientes académicos que la fascinación por el hallazgo de un nuevo conocimiento ha sido reemplazada paulatinamente por la del embeleso por la publicación, y más aún, por el ranking de la revista. Si bien es importante difundir el conocimiento, así como hacerlo en publicaciones indexadas, es cuestionable cuando perdemos la brújula del sentido y utilidad para la cual producimos conocimiento.

Hace un par de años, en una clase de doctorado en comunicación, tuve como profesor a Juan José Igartua, cuyos postulados evidenciaban un contrasentido en el objetivo de un proyecto en el cual yo he trabado durante varios años: Revela2, estrategia de comunicación basada en una telenovela orientada a que la sociedad reflexione sobre los derechos sexuales de los jóvenes, y a partir de allí se generen cambios que los posibiliten. Según los fundamentos teóricos que sustentaba el profesor, el edu-entretenimiento clásico promueve cambios a través de las emociones, esto es, la identificación con los personajes y el enganche con las historias, bloqueando cualquier posibilidad de reflexión.

Invité al profesor a desarrollar conjuntamente con el Observatorio de Contenidos Audiovisuales de la Universidad de Salamanca un estudio experimental que nos permitiera establecer si la ficción de Revela2 lograba identificación y enganche y conseguía el impacto esperado. Cual no sería la sorpresa cuando en la fase final del análisis de los datos recibí una emocionada llamada suya, a la manera de un eureka. Los procesamientos estadísticos mostraban cómo los personajes y capítulos de la serie alcanzaban identificación, mediando el impacto actitudinal. Pero más allá de eso, el motivo de la felicidad era un nuevo aporte: la ficción de Revela2 no restringía la reflexión, sino que por el contrario la posibilitaba implicando al sujeto a través de conocimientos sobre el tema, contrastando con el edu-entretenimiento clásico.

Ese día imaginamos posible que los resultados fuesen publicados por una revista académica de alto ranking, lo cual por supuesto nos agradaba. Pero la felicidad de la confirmación de la publicación nunca pudo superar la fascinación del momento del hallazgo. Tal vez, la satisfacción de constatar que se produjo un nuevo conocimiento solo se puede comparar con la de la certeza de que es útil, porque se ha logrado incorporar en un proceso que genere un cambio. Aunque por supuesto hay que reconocer que no todos los conocimientos tienen utilidad práctica.

No podemos dejar que la presión de la visibilidad y los ranking se impongan sobre el sentido de un oficio tan humano y reconfortante como lo es la búsqueda del conocimiento, independientemente del paradigma desde el cual se haga. Presión que desemboca en un afán por publicar a como dé lugar, sin importar a veces las contribuciones que lo publicado pueda hacer, bien sea al campo del conocimiento o a la sociedad.

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