El sector agropecuario del Atlántico es apenas el 2.3% de su PIB y poco pesa en el empleo del mismo. Sin embargo, en el imaginario colectivo, siendo un departamento muy urbanizado, siempre se ha creído que, por lo menos el Sur, tiene un potencial agropecuario importante. Se ha hablado de convertir este Sur en un centro agropecuario y acuícola próspero, dado que tiene un sistema de riego hecho en la época del proyecto Atlántico del Incora en los años 60.
Hoy, todo eso son sueños. El distrito de riego está en mal estado, los canales casi secos, esperando ahora el impacto de La Niña en el 2o semestre de 2016. Todos los planes de desarrollo han ubicado el problema, pero nada se ha hecho en serio, dado que no se ha podido concretar el manejo institucional de la zona. El Canal del Dique sigue siendo un peligro para el Sur, dado que las obras que debían hacerse siguen en el aire, seis años después de la tragedia. Hoy, el hambre y la ruina cunden en la zona. Los gobiernos se han limitado a políticas asistencialistas, se regalaron lanchas, no se sabe cuántas ni dónde estarán, en los últimos 20 años, y se entregaron reses para amainar los problemas. De ahí el escepticismo de los campesinos en la presentación que hizo la Misión para la Transformación del Campo el pasado lunes 11 de abril en la Gobernación.
Los documentos de la Misión se pueden ver en la página del DNP, y debemos estudiarlos para entender la política agropecuaria. Hay ideas interesantes, como el enfoque territorial participativo, de abajo hacia arriba; desarrollar los bienes públicos que lo rural necesita; desarrollar la equidad a través de la inclusión social y productiva, y buscar mercados competitivos para el sector. La política social del país debe ruralizarse y no limitarse a las áreas urbanas. La Agencia Nacional de Tierras tiene que funcionar, lo mismo que el Fondo de Desarrollo Rural. El problema clave es la institucionalidad de la organización política del Estado en los municipios, la cual es muy débil. La corrupción y el clientelismo campean.
Antonio Hernández señaló que se debe abandonar la política de subsidios, hay que implementar otro tipo de crecimiento diferente al minero, y por sobre todo, abandonar el asistencialismo, lo cual es lo que se ha hecho en la Gobernación del Atlántico desde hace décadas. Lo peor es que los agricultores y pequeños ganaderos se acostumbraron. En el evento gritaban que ya Verano llevaba cuatro meses, y nada les había llegado. De ahí que considero que, si no se modifican los hábitos de pensamiento de la zona, todo será plata perdida. Se debe estructurar un proyecto integral que incluya el tema del Guájaro. Se reparten alevinos para un lago que está contaminado por las aguas residuales de municipios y corregimientos que colindan. Ha habido retórica pero nunca un proyecto integral de fondo. El gobernador Verano reclamaba que la Nación debía entregarles los canales, con recursos, para manejarlos. En fin, mucho que hacer.