Para la Organización Mundial de la Salud el comportamiento suicida se entiende como un proceso complejo y multideterminado, que normalmente es abordado desde la medicina y la psicología. Alguien me preguntaba, siendo yo economista, ¿por qué me preocupaba por los suicidios? El suicidio y su abordaje ya no es una preocupación que competa a una sola especialidad. A escala global, representa el 1,4% de la carga mundial de morbilidad. Se reportan más muertes por suicidio que por conflictos armados y accidentes automovilísticos.
Las tasas de suicidio han aumentado 60% en los últimos 50 años, sobre todo en países en desarrollo, especialmente entre personas jóvenes: es la tercera causa de muerte entre los 15 y los 34 años a nivel mundial. La OMS considera que la depresión (una de las principales causas del suicidio), también representará la mayor causa de pérdida de años de vida saludables después del VIH/SIDA para el año 2030.
En Colombia el fenómeno no es de la magnitud de los países de ingresos altos, que en promedio presentan una tasa de 12,7 por cien mil habitantes (Canadá, España, Corea del Sur y Estados Unidos); en nuestro país la tasa es de 5,4 por cien mil habitantes. No obstante, es un tema que debe permanecer en la agenda, no solo por la necesidad de su correcta contabilización sino también por la necesidad de clarificar las condiciones precursoras de los actos suicidas.
Investigaciones económicas han mostrado resultados relevantes: 22 de cada 100 notas suicidas escritas entre 2004 y 2015 en la zona metropolitana de Guadalajara-México refirieron causas económicas como motivo para quitarse la vida. Un estudio para 17 comunidades autónomas en España mostraba que un aumento en la tasa de desempleo del 1% se relaciona con un aumento en 0,029 suicidios por cada 100 mil habitantes, incremento que llegaría a 0,032 si se considera el desempleo de muy larga duración; por el contrario, un aumento del 1% en la tasa de crecimiento del PIB generaría una reducción de 0,08 suicidios por cada 100 mil habitantes. En Grecia, los suicidios se duplicaron entre 2008 y 2011, y en Italia se calcula que también un tercio de las muertes por propia mano se originan en la crisis económica.
En esa perspectiva, parecería identificarse una relación entre las condiciones del entorno económico y la salud mental de los ciudadanos. Así como el entorno puede apalancar el suicidio, este lleva a que las economías pierdan capital humano con capacidad de aportar al desarrollo.
Los cálculos recientes para el AMB de Carolina Diartt, en su investigación de grado de economía, muestran que entre 2010 y el primer semestre de 2015 se perdieron 7.162 años de vida por actos suicidas, que pudieron aportar $123.182.970.399 a la economía de la región. Así, una y otra perspectiva indican que el suicidio tiene un abordaje económico y su contabilización debería ser un insumo útil para las políticas de desarrollo.
*Directora del IEEC, Uninorte. Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen la posición de la Universidad ni de El Heraldo.