Lo primero que un empresario tiene en mente cuando crea empresa es dar utilidades. Por supuesto que hay otras razones, como generar empleo, bienestar o tener un impacto en la sociedad, pero todo esto, para bien o para mal, pasa porque las empresas tienen la posibilidad de generar ganancias en una economía de mercado. Hay muchas formas de penetrar nuevos mercados y la de incrementar participación en el mismo. Puede hacerse directamente a través de nuevas inversiones en plantas, locales o puntos de venta. Sin embargo, una manera muy utilizada es la de acudir a operaciones de concentración empresarial: fusiones y adquisiciones de empresas competidoras que le permiten incrementar al adquirente su poder en el mercado. Solo Estados Unidos ha visto desde 2008 fusiones y adquisiciones por más de 10 trillones de dólares. Y Colombia, cada vez más relevante en el escenario económico, está siendo testigo de importantes concentraciones empresariales.

Una operación de concentración consiste en la consolidación en un empresario, de la propiedad o el control sobre un negocio o sobre un conjunto de activos de otro empresario. Lógicamente, esto trae como consecuencia el incremento del poder de mercado en manos del adquirente (agente integrado), con consecuencias sobre la libre competencia.

Todos sabemos que, a mayor competencia, las empresas tienen incentivos para vender más, mejores y más baratos productos, con mayor calidad y mejor servicio al cliente, es decir, la competencia trae bienestar a los consumidores.

Resulta importantísimo para la protección de ese bienestar general y de los propios mercados que la autoridad ejerza un control previo y muy riguroso sobre las concentraciones empresariales. Con esto se previenen los potenciales efectos nocivos sobre la competencia, como demasiada concentración de mercado en un solo agente.

Ahora bien, es importante delimitar los alcances del control de concentraciones, pues con él no se busca revertir posiciones de mercado alcanzadas previamente por los competidores. Una cosa es que una empresa crezca en un mercado como consecuencia de su desempeño, y con ello alcance una posición fuerte e incluso de dominio, y otra es que ese poder de mercado sea “comprado” mediante la adquisición de un competidor. Es este último caso el que debe ser revisado por la autoridad de competencia y dependiendo de los efectos que produzca la integración decidirá si aprobarla, negarla o condicionarla.

Con los acuerdos de paz, proceso que ya es casi irreversible tras lo pactado entre Gobierno y Farc el jueves en La Habana, veremos cada vez más fusiones y adquisiciones fruto del futuro y lógico boom de la economía colombiana. La Superintendencia de Industria y Comercio tiene la importante misión de garantizarle a Colombia que los nuevos negocios que se produzcan en el país no generen concentraciones de mercado inconvenientes para nuestra economía. Necesitamos que la paz y la libre competencia traigan más y mejores empresarios, pues solo así lograremos más bienestar social.

@clorduy
clorduym@gmail.com