Foncho se gana la vida vendiendo frutas en un puesto ambulante en la calle 30 por el que paga un arriendo diario. Su mercancía la adquiere forzosamente de contado. Madruga y espera en la esquina a “una llave”, quien le presta los 100 mil barritas requeridos para cubrir los costos y gastos de su negocio, sabedor del inaplazable compromiso de pagarlos esa misma tarde, adicionándolos con intereses de 10 mil pesos, equivalentes al 10% diario.

Pello es empleado de oficios varios, se gana el mínimo y a las 3:00 a.m., no duerme porque uno de sus hijos da alaridos por un cólico que se le apareció la noche pasada habiendo concurrido ya al puesto de salud donde le dieron acetominofén, le recetaron medicamentos que debe adquirir con urgencia, por su cuenta, para lo cual requiere buscar 150 mil pesitos antes de 6 de la mañana. Ya sabe quién se los puede “prestar” de una, pero también tiene claro que tendrá que pagar 15 mil pesos por la derecha por cada día que se demore en devolver el capital.

El drama de cada uno es el mismo, pero distinto. Foncho es productivo, mientras Pello se continúa enculebrando todos los días más porque, ¿de dónde saca 165 mil pesos de un día para otro? Es el famoso pagadiario que agobia a miles en el país. Un negocio que está acabando con muchas familias colombianas que son exprimidas, extorsionadas y abusadas por organizaciones criminales que se aprovechan de su miseria. Los intereses son del 10 diario, semanal o mensual, dependiendo del marrano, pero que en el caso más comercial y benigno están alrededor de, al menos, el 50% efectivo anual.

Por otro lado, en el mercado institucional, las entidades financieras vigiladas captan, recogen, reciben el dinero de los millones de ahorradores, a tasas que van a par y paso de la inflación. Es un ahorro que a duras penas permite que se mantenga el poder adquisitivo del dinero, de manera que los ahorradores, después de 30 o 40 años sin haber tocado esos “rendimientos”, tengan a su disposición el capital ahorrado. Mientras esos captadores colocan a la tasa máxima permitida –que hoy es el 32% anual– lo que obtienen al 8%, entre aquellos clientes que pueden garantizar con creces el pago de su obligación, reciben a la fija una tasa de intermediación bruta de más del 22% anual.

Ni Pello ni Foncho han tenido jamás la ocurrencia de ir al mercado formal a buscar los ciento y pico mil pesos que requieren, al igual de millones de colombianos para el cotidiano vivir. Sin embargo, hoy vemos que el sector público, a través de la Alcaldía de Barranquilla y Bancóldex, está promocionando un fondo de $15 mil MM para reemplazar el pagadiario. De igual forma, grandes empresas no financieras pero con gran liquidez colocan parte de sus excedentes entre sus clientes con el loable afán de sustituir el 10% semanal por el 2.5 % mensual.

Importante promoción, sin duda favorable, con la sola comparación de tasas que podría tener efectos potenciales si el esfuerzo se extiende a ampliar los fondos y plazos, disminuir las exigencias y, sobre todo, llegar a intereses no subsidiados pero de todos modos rentables.

Total: si Foncho paga el 10% diario, es muy seguro que podrá pagar el 1.5% mensual y Pello podrá dormir tranquilo porque tendrá tiempo para atender la obligación que necesitó de emergencia.

fernandoarteta@gmail.com