Así identifica el Papa Francisco al planeta tierra y al sistema solar que nos rodea, en su Encíclica Alabado seas (Laudato Si’), emitida en mayo del 2015. Allí hace una invitación urgente para que a nivel familiar, educativo y político se abra un diálogo que analice y busque soluciones a la situación ambiental de esta casa común de todos los seres vivos, a través de la aplicación de los conceptos de desarrollo sostenible o crecimiento verde, como se le llama también, para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios.

Además, insiste en los relatos consignados en el libro del Génesis “que en su lenguaje simbólico y narrativo contiene profundas enseñanzas sobre la existencia humana y su realidad histórica”, pero respetando los valores científicos modernos sobre la creación de este mundo. Alabado seas es una carta del líder de la Iglesia Católica que enfoca con tanto pragmatismo lo que está pasando aquí en aspectos ambientales y el futuro de la calidad de todo lo que vive aquí que, además de ser un documento religioso, se configura como una guía para salvarnos de los daños que advertimos día a día en el suelo, en el agua, en el aire y en todos los seres vivientes. Por eso, un año después, es oportuno recordarla y aplicarla.

“Es un texto, que al llamar las cosas por su nombre, le sirve de hoja de ruta a la sociedad actual”, escribe el Arzobispo de Cartagena, Mgr. J.E. Jiménez, en la revista Semana, de Octubre 2015. Pero, dentro de la feligresía colombiana, son pocos los movimientos de promoción e implementación de esta Carta del Papa, que se traduzcan en nuevos hábitos para la defensa del medio ambiente y en la creación de una “ética ecológica”. Más aún, me metí en internet y encontré la existencia del “Global Catholic Climate Movement”*, pero sin ninguna referencia sobre Colombia.

Para los que pensamos constantemente en la validez de movimientos ecológicos que nos salven de las consecuencias del cambio climático y otros fenómenos ambientales inducidos por el hombre, este documento eclesial sigue siendo una guía muy práctica. Nunca había leído una Encíclica Papal tan dedicada a la realidad cotidiana y a crear una educación que forme “ciudadanos ecológicos” que se traduzca en nuevos hábitos por la defensa del medio ambiente y en la creación de una “ética ecológica”. Me sorprende, eso sí, que a nivel de la Iglesia colombiana, en muchas de sus parroquias no existan fuertes movimientos de implementación de esta encíclica, salvo algunos que me han mencionado como es el caso de un grupo de religiosas Franciscanas que tiene, en una clínica de la ciudad, un Comité Ecofranciscano de Gestión Ambiental y el de la Parroquia de la Torcoroma. Por lo demás, no he sabido de entidades católicas o congregaciones cristianas, que tengan actividades visibles en defensa de nuestra casa común.

Por todo esto, me permito sugerir respetuosamente a todos los miembros de la parroquias de Barranquilla y el Atlántico (en conjunto con la Diócesis) que organicen y constituyan grupos de trabajo que estudien, divulguen y apliquen la Encíclica Laudato Si’ en sus hogares, actividades diarias, relaciones con vecinos y en los niveles sociales y políticos que los rodean. Y, de esta manera, asumamos tareas para desarrollar hábitos y costumbres que muestren nuestro compromiso ambiental con el planeta tierra, “Nuestra Casa Común”.
*Movimiento Católico Mundial por el Clima