Si a cualquiera se le da por levantarse la falda o bajarse la bragueta para disfrutar de lo que hay detrás del flequeteo de la corredera pues está en su derecho.
Anita tiene 20 años, estudia en una universidad privada de buen nivel académico y al llegar al tercer semestre está pasando serios trabajos. Tiene el pago de la matrícula embolatado y sabe que los 600 mil pesitos que le manda su papá desde Las Pulgas, Santander, no le alcanzan y va a tener que devolverse a su pueblo.
Juan José se vino a la capital con la ilusión de convertirse en médico después de que sus abuelos hipotecaran la tierrita que le habían respetado los “paras” en Playa Baja, Magdalena. Con 20 millones de pesos creyó que iba a sacar adelante su carrera. Muchos de sus condiscípulos son hijos de papi, tienen carro y sudan “Chanel #3”. Al inicio del segundo año de estudios, con tristeza, está a punto de recoger y ‘pa'trás’.
Ambos tienen parejas estables con las que comparten penas y placeres. Conscientes de su juventud y bienestar físico, y de lo agradable que resulta disfrutar de una de las pocas cosas que pueden hacer a suantojo, cada vez que tienen oportunidad se quitan la ropa y se echan polvos rápidos, fuertes, apasionados e inexpertos, pero siempre mejores que el anterior porque van aprendiendo. Las dopaminas que produce la acostada juntos es quizá la única razón para continuar en este valle de lágrimas donde hace tanta falta el dinero.
Un buen día, Anita, esperando el bus, ve a su teacher de Mercados I, que le ofrece el chance en su carro. La invitada a comer algo, a tomarse algo y a hacer algo más es inevitable y deseada por los dos. Terminan en un motel donde ella verifica que lo puede pasar rico, con un hombre amable y educado que, además, se muestra pendiente de ... “si necesitas algo dime, que yo te ayudo”.
Juan José, bien plantado y con noviecita rica, en visita adonde sus “suegros” recibe las miradas de la señora de la casa quien, mal atendida, 48 años y buen gym, está segura de que aguanta cualquier recuesta. Con disimulo le mete el ojo y decide comerse ese bocado de cardenal que tiene de papayita, dispuesta a retribuirlo no solo con su cuerpo.
Ana y Juan durante sus estudios tuvieron altos y bajos, pero ambos, sin conocerse, fueron protagonistas de la misma película, con más actores secundarios, diferentes escenarios, variados presupuestos y un happy ending de novela rosa. Conocieron, aprendieron y hoy son profesionales exitosos. Ella se quedó con su novio de toda la vida, él se devolvió a su pueblo, donde lo esperaba el amor de pelaos. Aunque viven aparentemente felices siempre los ronda el fantasma de su juventud, caldo de cultivo para caer “por necesidad” en otros actos corruptos.
Determinar qué hace cada cual con su intimidad no debería ser materia de controversias o debates, mientras no se atente contra los derechos de los demás. Resulta difícil evitar que el dinero compre casi todo y que se presenten situaciones injustificadas desde todo punto de vista. La corrupción tiene alcahuetas, consumidores e inversionistas que pagan, siendo tan culpables como los que reciben y venden favores de todo tipo.
Esa es la historia reprochable de la vida y los detalles de esa historia se van conociendo cada día más.
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