Han documentado los antropólogos que una de las ceremonias más importantes que celebran las tribus indígenas consiste en bailar, durante varios días, alrededor de un árbol, sobre el que se colocaban ofrendas, para solicitar el poder de los espíritus.

Alfredo De la Espriella y José D. Villalobos R. han definido la expresión “bailar el indio” como parte del lenguaje típico barranquillero y caribe que significa darle vueltas a un asunto sin definirle nada al responsable o al interesado.

Así tenían la navegabilidad del río Magdalena, en especial el canal de acceso al puerto de Barranquilla, hasta que el presidente Juan Manuel Santos impulsó la recuperación de la navegabilidad del primero y la mejoría del segundo al autorizar, el 13 de septiembre de 2014, el contrato entre Navelena y Cormagdalena. Desde esa fecha, la ciudad, la Región Caribe y todos los municipios ubicados a lo largo y ancho del “río de la paz” cifraron sus expectativas en tan importante obra.

Como consecuencia de lo anterior, el río Magdalena le fue entregado a Navelena desde el 11 de diciembre de 2014, constituyéndose en su absoluto amo y señor hasta el 11 de junio de 2028, si no decretan la caducidad del contrato, cuyos términos, por cierto, ya se iniciaron debido a que le han bailado el indio a Cormagdalena, porque hasta la fecha no han perfeccionado el cierre financiero. Ojalá lo logren con la ayuda de nuevos y posibles accionistas: Blue Marine, Jan de Nul y Goldman Sachs.

Pero Navelena también le ha bailado el indio a Barranquilla porque sus compromisos contractuales, que no han sido suspendidos por el no cierre financiero, la obligan a que el canal de acceso al puerto tenga un ancho de 150 mts y una profundidad de 12.2 mts en los primeros 2 km. A pesar de lo anterior, hoy tiene en algunos sectores solo 10.6 mts, lo que restringe la navegación a embarcaciones que exigen un calado superior a 9.2 mts –y ojalá no lleguemos a 9.0 mts–. En otros sectores, el ancho del canal está por debajo de los 150 mts. Estas condiciones podrían agravarse con el fenómeno de La Niña, comprometiéndose la maniobrabilidad y seguridad en la zona de entrada (Bocas de Ceniza) al puerto.

También nos bailaron el indio quienes prometieron realizar los trabajos de recuperación del tajamar occidental, que hasta ahora se van a ejecutar parcialmente y los estudios para recuperar la parte del tajamar oriental que ya ha desaparecido, viabilizar las obras que aumentarán el calado de nuestra zona portuaria y las que miden o evalúan el impacto a la navegabilidad por la construcción del nuevo puente Pumarejo… y sigue la lista de promesas o de rondas del baile del indio.

Los pilotos prácticos no se quedan atrás y le bailan el indio a la Dimar, así como la empresa Jan De Nule y el interventor lo hacen con Navelena o viceversa, porque la draga que debemos tener aquí de manera permanente obtiene permisos, con cálculos relacionados con la terminación de su trabajo en otros lugares, y todos ellos le bailan el indio a Cormagdalena en perjuicio de la zona portuaria de Barranquilla. ¡No hay derecho!

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