Presentamos excusas anticipadas a nuestros lectores porque el contenido de esta crónica no tiene un ápice de deportivismo, pero en cambio sí de ‘barranquillerismo’ facilito de entender. Vayámonos de pequeña historia que contaremos más adelante.

Este columnista nació en 1920 frente a la plaza que llamaban, por varias generaciones, ‘San Mateo’, situada entre las calles Santander y Las Flores con la carrera San Roque, en la vieja nomenclatura que no hemos podido archivar.

Le pedimos a un amigo cuando íbamos en su automóvil que nos pasara por la plaza San Mateo, habida circunstancia que nos encontrábamos en los alrededores de la iglesia San José a solo dos cuadras de la plaza. ¡Y oh desencanto tan horroroso para quienes tanto jugamos béisbol infantil en esa plaza!

Al entrar por la calle Caldas para llegar a la plaza, a distancia vimos que la plaza había dejado de serlo, para convertirse en un bulevar de pacotilla, increíble que ese espectáculo deprimente se diera en estos días en Barranquilla.

La plaza estaba cruzada de una calle a otra para dividirla en dos partes. Le habían propinado una herida territorial, con la clara intención posterior de convertir la burda modificación en venta de vendedores ambulantes, pero a la vez inamovibles. Algo así como ‘el ratero honrado’ que se robó la custodia de Badillo.

Como quiera que no lo sabemos, preguntamos a las autoridades quién fue el autor de esa mamarrachada increíble, con la cual se masacró a la plaza San Mateo. Ya anteriormente se había cometido un desatino igualmente increíble cuando una mañana llegó un camión a la plaza y bajó herramientas propicias para tumbar la bonga varias veces centenaria que tanto caracterizó a la plaza. No hubo entonces —como tampoco se ha visto con este desaguisado urbanístico— una voz denunciante de aquel insólito atropello. Tampoco hasta ahora se ha conocido denuncio alguno en la cicatriz bochornosa que se le hizo a la plaza.

¿Podrían las autorizases distritales explicarle a la ciudadanía barranquillera quiénes fueron los autores de esta aberrante alteración de una perspectiva que no tenía menos de doscientos años? Esperamos que esta vez no se dé la callada por respuesta, como en tantos otros esperpentos que en Barranquilla se han dado.