La famosa canción del Abanico Sanyo cuenta una historia clave para entender al Caribe colombiano. Un hombre le canta loas a un abanico o ventilador, como dicen los cachacos, porque su vida sexual ha florecido gracias al fresco que produce el aparato. El abanico es un electrodoméstico que le cambia la vida, hay un antes y un después, porque en estas tierras calientes, las fuentes de sombra o fresco: abanicos, neveritas de hielo, cervezas, árboles de mango y restaurantes con aire acondicionado tienen la función social que en otros contextos tienen las hogueras, origen de la palabra “hogar”. Así que en el Caribe la gente orbita alrededor de estos objetos, son una necesidad básica y un eje de nuestra vida social y familiar. Pero refrescarse en la Costa, la mayoría de las veces, requiere de grandes esfuerzos. Mantener el hielo frío no es cualquier cosa, y por eso Aureliano Buendía se impresionó tanto. Por eso, la Costa Caribe colombiana, más que ninguna otra región, necesita fuentes estables de electricidad. Y por eso el desastre de Electricaribe es una tragedia que tiene un gravísimo impacto en la vida diaria de nuestras comunidades, el pésimo servicio de luz en el territorio. Es más que un tremendo problema de infraestructura, es un drama social y un problema de derechos humanos.
La crisis tiene que ver con la desidia de la empresa que no ha invertido lo que le toca (1.2 billones de pesos) para mejorar el sistema de transmisión local, y con que el Gobierno ha sido paquidérmico en su veeduría y control de la empresa, enmarcando el asunto como un caso de una empresa privada negociando con el Estado y no se ha puesto en el centro a la población afectada y sus derechos. Hasta ahora, los españoles de Electricaribe argumentan que para qué van a invertir en una empresa que les da pérdidas, y que esas pérdidas son por la ‘cultura del no pago’, es decir, para ellos el problema no es su incompetencia sino nuestra cultura. Y con ese cuento de que los costeños somos flojos, bárbaros, desordenados, se empezó a justificar la falta de inversión (y seguro el Gobierno central, que comparte el mismo prejuicio, se lo creyó). Pero resulta que el prejuicio orientalista de los chapetones es falso: según un informe reciente de la Superintendencia de Servicios Públicos “el promedio de recaudo en los usuarios regulados y no regulados, equivalentes al 77% de la facturación total de Electricaribe, es del 97.9%”. Lo verdaderamente perverso es que esta es la misma estrategia para negarles derechos a los habitantes de la región que usan desde la colonia.
Con la llegada de un nuevo superintendente barranquillero, el abogado José Miguel Mendoza, se espera que antes de febrero se defina si la empresa se liquida y cambiamos de operador, o si se hace una toma administrativa y los españoles pagan lo que deben. La pregunta clave es de dónde van a salir esos 1.2 billones que hacen falta para mejorar el servicio. Y de paso, podrían contestarnos dónde están los 125 mil millones de pesos que recibió Electricaribe por parte del Fondo de Energía Social, a manera de subsidios para los barrios de escasos recursos (que son los que peor servicio tienen). Esperamos las respuestas con la impaciencia (y rabia) que produce tener que echarse fresco con la mano.
@Catalinapordios