Los sorprendentes resultados electorales a lo largo de este 2016 han producido muchos daños colaterales. Entre sus víctimas se encuentra el sector de la demoscopia. Casi todas las encuestas de opinión fallaron como escopetas de feria en países y contextos muy distintos. Nadie preveía el triunfo del brexit en el referéndum británico sobre la salida de la Unión Europea. La aprobación del acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las Farc se daba por descontada. Y mejor no hablar ya de la victoria de Donald Trump.

El último fracaso de los expertos al tomar el pulso a la opinión pública han sido las primarias en el partido conservador de Francia. Todos los sondeos habían previsto una segunda vuelta entre el favorito Alain Juppé y el expresidente Nicolás Sarkozy, pero al final se impuso el tercero en liza, descartado por las encuestas, el ex primer ministro François Fillon con un impresionante 44% de los votos. Este error desacredita a las empresas de demoscopia de cara a las elecciones presidenciales en Francia el año que viene.

Los desaciertos de los sondeos ante las citas con las urnas añaden emoción y un factor sorpresa a los procesos electorales. Pero el problema es que las encuestas no son simples termómetros de los momentos políticos sino que influyen de forma importante en el criterio de los votantes. En Alemania, por ejemplo, el sistema multipartidista favorece el llamado ‘voto táctico’, es decir que mucha gente reflexione sobre cuáles son las posibles y probables constelaciones de gobiernos de coalición a la hora de depositar su voto.

El peligro, sin embargo, es la desmovilización. En el Reino Unido, el escenario de una victoria del brexit parecía tan lejano, a tenor de lo que predecían los sondeos, que mucha gente a favor de la permanencia a la UE no vio necesario ir a votar, algo muy evidente en Escocia, una región mayoritariamente proeuropea que registró la abstención más alta después del Ulster. En Colombia, la participación en el referéndum sobre el acuerdo de paz también fue decepcionante, probablemente porque nadie dudaba de la victoria del ‘Sí’. Finalmente, en EEUU muchos seguidores demócratas, especialmente los que habían apoyado a Bernie Sanders, quizá pensaron que podían ahorrarse el mal trago de votar por la denostada Hillary Clinton, convencidos –también por las encuestas– de que Trump no iba a ganar bajo ningún concepto.

Por el contrario, si asumimos que uno de los motivos principales de los votantes de Trump o del brexit es el rechazo al llamado establishment, el hecho de que los medios de comunicación, basados en los sondeos, insistieran en que sus opciones no iban a triunfar, debió de animarles a movilizarse con el deseo de que se cumpliera aquello del “se van a enterar”.
De cara a las próximas citas electorales en Holanda, Francia y Alemania en 2017, los medios y los comentaristas harían bien en rebajar la importancia de los sondeos, en vez de darles grandes despliegues y más importancia que al Oráculo de Delfos.

@thiloschafer