Mi visión llega más allá del año 2050, cuando nuestros nietos y biznietos estarán sufriendo las consecuencias de un persistente y dañino cambio climático, si no aplicamos acciones eficaces de implementación y adaptación. Esta revelación, no muy optimista por cierto, se concentra en el hecho de que la humanidad genera cada vez más emisiones de los llamados gases de efecto invernadero a una velocidad impresionante. La deforestación para madera y agricultura y los combustibles fósiles para transporte y energía eléctrica están alterando nuestra atmósfera. El calor del sol se está quedando atrapado y la temperatura de la tierra está subiendo muy rápidamente. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU ha estimado que en lo que queda de este siglo la temperatura aumentará entre 2,5 y 4,5 grados centígrados, de allí se deriva este vaticinio que representa el mayor aumento de temperatura que experimentará el planeta en los últimos 10.000 años (según los científicos) y será muy difícil para los humanos y su ecosistema, adaptarse a este fenómeno. Son tan alarmantes los indicadores que la ONU, luego de promover un acuerdo en París el año pasado entre 195 países, acaba de hacer una nueva reunión en Marrakech de la que esperamos nuevas fortalezas. Algunas de estas alarmas son: El año 2016 podrá ser el año más caliente de la historia; las concentraciones de dióxido de carbono, metano y dióxido de nitrógeno, principales responsables del efecto invernadero alcanzaron nuevos máximos en 2015. El océano Ártico, como caso sobresaliente, podría quedarse sin hielo durante el verano en el año 2030 y el nivel de los océanos sigue elevándose. Bocacagrande, en Cartagena, y el sector de Miami Beach, en la Florida, ya sufren inundaciones por cuenta de la elevación del nivel del mar. La cantidad de fenómenos climáticos extremos se ha duplicado. Por otra parte, a nuestro enfrentamiento con el cambio climático se le han presentado importantes contradicciones. Sobresale la posición del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, quien dijo en su campaña electoral que retiraría a EEUU del acuerdo de París, eliminaría la regulaciones sobre CO2 expedidas por Obama y revocaría todo el gasto federal en energías limpias. Ahora parece que está cambiando de opinión y sí encuentra alguna relación entre la actividad humana y el cambio climático. En Colombia tenemos un Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible muy activo con una Dirección Nacional de Cambio Climático, y el Decreto 288 de febrero 2016, que ha formalizado el Sistema Nacional de Cambio Climático, con la formulación de planes integrales a nivel regional, entre los cuales se encuentra el plan departamental del Atlántico a través de un Comité Interinstitucional desde el mes de abril. Pero nos enfrentamos a un desafío que se refiere a la constancia y eficacia de estos organismos departamentales y municipales: Para que estos programas trabajen y obtengan resultados, las acciones de las autoridades, con la colaboración de gremios y grupos de ayuda de la comunidad, se tienen que enfrentar o poner de acuerdo con todas las actividades de desarrollo económico y social y con nuestra cultura tradicional de consumo, formas de transporte, producción de energía con combustibles y manejo de residuos. Por eso nos agradaría saber cómo va este Comité Interinstitucional en el Atlántico en sus acciones contra el fatídico cambio climático y cómo podríamos colaborarles en nuestros grupos sociales, para el bienestar de todos.