A Carmencita, a Luchy y Alcira,
y a todas aquellas mujeres que
tienen que lidiar con las injusticias

Según el Sindicato de Trabajadoras Domésticas, más de la mitad de las empleadas domésticas en Colombia han sido víctimas de maltrato. Es un reducto maquiavélico de la esclavitud. El valiente liderazgo de las que han logrado sindicalizarse ha generado cambios en la ley. De manera inédita, por fin, el Congreso reconoce los derechos a las primas de Navidad. Sin embargo, la discriminación y los malos tratos permanecen y no solo dentro de los hogares en los que trabajan, sino en otros espacios.

El Club Naval de Cartagena, ese al que asisten las élites de las Fuerzas Armadas con sus distinguidas familias, tiene normas absurdas que atentan contra el derecho Constitucional a la igualdad. Se trata de un centro de recreación exclusivo para el esparcimiento de oficiales navales.

El problema no es que los ilustres oficiales de la Armada Nacional tengan un suntuoso lugar con servicios de relajación de spa y peluquería, el problema es que la relajación de los señores oficiales parezca posible excluyendo a niñeras y empleadas domésticas.

Por lo menos eso le hicieron saber a Carmencita. Una señora de dignidad férrea que cuida a un niño. Ese es su empleo, y por razón de sus obligaciones en ese empleo, la tarde del 25 de noviembre fue al Club Naval. Como su jefa, la mamá del niño, también trabaja, Carmencita llevó al pequeño que tiene a su cuidado a la fiesta de cumpleaños de un amiguito.

En la entrada del Club le dijeron que las empleadas del servicio tenían prohibido el ingreso. Explicó que el niño estaba invitado a una fiesta y el vigilante la dejó seguir. Ya dentro de las instalaciones del Club Naval, una cadete se acercó a Carmencita y le dijo que estaba prohibido que las empleadas del servicio estuvieran en el Club Naval. Carmencita pasó de sentirse incómoda a humillada. Pese a la indignante situación, tomó asiento en la fiesta que, para entonces, ya había comenzado. Su propósito era acompañar y cuidar al niño que tiene a su cargo. Un par de horas más tarde recibió una llamada de su jefa en la que le contaba que, a su vez, había recibido una desagradable llamada de la mamá del niño de la fiesta, quien intentaba explicarle que en el Club Naval no se permiten empleadas, que el gerente estaba atento y que debía ordenarle a Carmencita que se retirara antes de que la sacaran. En cuanto colgó con su jefa, la mamá del cumplimentado se acercó a Carmencita, le pidió disculpas y le explicó que era una medida del Club que debían cumplir.

La jefa de Carmencita tuvo que ir a recogerla en la puerta del Club Naval. La encontró llorando. Lloró con ella. Ninguna de las dos podía entender la discriminación. Carmencita es pobre, es trabajadora doméstica, es negra, pero tiene los mismos derechos constitucionales. Para asegurarse que así sea, acaba de presentar una acción de tutela. Estamos esperando los resultados. Carmencita no está sola, señores Oficiales Navales.

@ayolaclaudia - ayolaclaudia1@gmail.com