El 18 de noviembre la canciller alemana Ángela Merkel brindó al presidente saliente de Estados Unidos Barack Obama un homenaje en Berlín que culminó con un almuerzo con los líderes de los principales países de Europa Occidental: la primera ministra de Reino Unido Theresa May, el presidente francés François Hollande, el presidente del Gobierno de España Mariano Rajoy y el primer ministro italiano Matteo Renzi. Fue una despedida agridulce de Obama, ya que en el aire pesaba más la incertidumbre generada por la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales solo unos días antes.
Pero visto a posteriori, Obama no era el único que se despedía de la gran escena internacional en Berlín. Hollande anunció la semana pasada la retirada de su candidatura a la reelección en las presidenciales de Francia en abril a favor del primer ministro Manuel Valls, mejor situado para dar la batalla a los candidatos de la derecha. Solo unos días después, Renzi dimitía tras perder de forma rotunda el referéndum sobre las reformas del sistema electoral el pasado domingo pasado, aunque lo suyo podría ser un “hasta luego” si vuelve a presentarse a las próximas elecciones. Ni siquiera Theresa May tiene asegurada la continuidad en Downing Street dado el rumbo incierto cómo se gestionará la salida del Reino Unido de la Unión Europea tras el triunfo del brexit. E incluso Rajoy, que acaba de lograr el apoyo del principal partido de la oposición para una serie de medidas económicas y quizás la aprobación del presupuesto, ha advertido que es imposible vaticinar cuánto durará la legislatura recién estrenada por la ine
stabilidad de su gobierno. Mientras, Merkel afronta elecciones en septiembre marcadas por el ascenso de la ultraderecha y las tensiones internas en su formación democristiana.
Tal como pinta el panorama, parece que después de jurar el cargo, el 20 de enero, el presidente Trump se va a encontrar con una Europa sin liderazgo claro, con tres de los cinco principales países ya inmersos en procesos electorales. Será un vacío clamoroso en un momento en el que la única superpotencia del mundo podría dar giros importantes a las coordenadas de su política exterior. Queda por ver si Trump revisa las relaciones con la Rusia de Vladímir Putin, con quien se ha cambiado mensajes de complicidad. Esto podría afectar el rumbo de la guerra en Siria, a su vez la principal fuente de la emigración de refugiados a Europa que ha trastocado el panorama político en muchos países y ha dado alas a partidos de ultraderecha. El futuro inquilino también se ha planteado cambiar la política comercial exterior y desentenderse de la lucha contra el cambio climático.
Para todos estos temas fundamentales Trump probablemente no encuentre interlocutores en Europa con la fuerza necesaria para plantarle cara si la situación lo requiere. Veremos en otoño cuando Francia y Alemania hayan votado... Pero para entonces, igual el mundo ya haya cambiado.
@thiloschafer