El día 8 de noviembre del año pasado, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la candidata demócrata Hillary Clinton superó al candidato del Partido Republicano, en más de un millón de votos, en la elección popular; no obstante lo anterior, Mr. Trump resultó electo presidente de la primera potencia mundial, para un período de 4 años, convirtiéndose en una verdadera sorpresa global, ya que todas las encuestadoras norteamericanas, y los medios de comunicación más famosos del mundo occidental, daban como ganadora segura a la señora Clinton. Los únicos que acertaron fueron Los Simpson, quienes pronosticaron hace 16 años, que Trump sería presidente de su nación. Estados Unidos es un Estado Federal, con régimen presidencial clásico, pero en materia electoral es una democracia imperfecta. Los Constituyentes norteamericanos de 1787, no querían en realidad, que el presidente de su país fuese elegido por sufragio universal directo y preveían un sistema de sufragio indirecto, que debía dejar la elección del presidente en manos de un número reducido de personas con mayores responsabilidades, una especie de cónclave laico, pero esta aspiración no se aceptó completamente, y surgió entonces, en su reemplazo, el sistema original y exclusivo de los EEUU que impera actualmente.

La fórmula electoral adoptada se ejecuta en 3 fases: La primera es la de asignación de los candidatos, que se subdivide, a su vez, en dos momentos sucesivos. En primer lugar, se designa a los delegados de cada partido en los Estados; estos delegados se reunirán luego en la convención para escoger al candidato presidencial del partido. En 18 Estados se celebran “elecciones primarias presidenciales” para designar a los delegados, debiendo estos indicar a que candidato a la presidencia apoyaran en la convención del partido. El conjunto de los delegados de cada partido se reúnen en la Convención Nacional, en donde se escogen los candidatos oficiales a la Presidencia y Vicepresidencia. Estos candidatos deben ser norteamericanos de nacimiento, tener 35 años de edad como mínimo y llevar 14 de residencia en los EEUU. Entonces, empieza la segunda fase, que se cumple “el martes siguiente al primer lunes de noviembre –desde 1845–, donde el pueblo norteamericano designa, mediante escrutinio de lista, en el marco de los 50 Estados, los “electores presidenciales”, que se componen por cada Estado, del número que resultó de sumar los representantes y senadores que tenga cada Estado en ese momento, destacando que cada Estado tienen fijos dos senadores. Dice un politólogo mundial que “los electores presidenciales no son más que unas correas de transmisión, totalmente inútiles”. Toda la campaña gira en torno a la personalidad de los candidatos de los partidos a la presidencia y son estos candidatos los que la dirigen. La tercera fase de la de la elección tiene lugar “el lunes siguiente al segundo miércoles de diciembre, –que ya pasó, en el cual “los electores presidenciales votan en el “Colegio Electoral”, por el presidente y el vicepresidente de los EEUU. Este acto, que constituye jurídicamente la elección presidencial, se ha convertido en un formulismo anacrónico, que pasa siempre inadvertido por el pueblo norteamericano. En la elección del año pasado, cuando se conoció que el magnate industrial había ganado en el Estado de Pensilvania, confirmó su victoria al obtener un total de 290 electores, cuando solo requería 270, quedando su adversaria con 228 delegados solamente. En conclusión, considero respetuosa y sinceramente, que es más fácil y democrático, elegir un Papa que a un Presidente en los Estados Unidos.

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