El año pasado la artista plástica y cantante colombiana Lido Pimienta, quien se mueve entre Londres y Toronto y es una de las artistas pop más prometedoras de la escena contemporánea, hizo un cover de la canción Work, de Rihanna, usando el lenguaje coloquial barranquillero y muchos de sus recuerdos de cuando vivió en esta ciudad.

La canción se llama Camellando, y retoma las historias que le contaban las vendedoras de las calles, de empanadas, de jugo de naranja, muchas veces acompañadas por sus hijos, trabajando de sol a sol. Las mujeres le contaban a la artista, una y otra vez, la misma historia: que trabajaban tanto, usualmente para mantener a un hombre y mantener una familia, en su coro repite el estribillo “camellando, camellando, camellando, me la paso camellando y tú vagabundeando” y hace referencia a esos hombres, mantenidos por estas mujeres trabajadoras, flojos, infieles, dormilones, dispuestos a irse con otra para afirmar su masculinidad, mientras ellas trabajaban, o hacer largas siestas, con la tranquilidad de tener a su lado mujeres decididas a proveer. “Yo sé que tú me quieres, a tu manera tú me quieres” canta Pimienta, retomando los testimonios de estas mujeres que intentan excusar el comportamiento de sus parejas, de justificar ese amor inmerecido que reciben.

Al escuchar esta canción pienso mucho en esa fama de ‘flojos’ que tienen los hombres en la costa, y cómo esta fama contrasta con lo que ya sabemos las mujeres de la región trabajan sin parar. La canción me ha hecho reflexionar sobre cómo, cuando se habla de “los costeños” en realidad se habla de los hombres, y esta crítica, justificada o no, se extiende a todas, pues nadie está mirando hacia las mujeres costeñas, o sí, pero solo como objetos de deseo. En esta narrativa, estigmatización, cierta o no, las mujeres somos invisibles y esto hace que el trabajo de la mayoría de nosotras sea invisible también. Supongamos, por un momento, que sí es cierto que los costeños son flojos. ¿Qué es eso que les permite flojear? Porque sin trabajo no pueden pagarse las cervezas, con trabajo no hay tiempo para la molicie. Si estos hombres no trabajan, alguien tiene que hacerlo por ellos, la flojera es un privilegio. Y aquí es donde la canción de Lido Pimienta tiene una epifanía: el hedonismo costeño está cimentado en el trabajo invisible de las mujeres.

El miércoles pasado se conmemoró el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras con un paro internacional de mujeres al que se sumaron más de 30 países. Fue un día para reflexionar sobre todos esos trabajos que hacemos las mujeres que no son reconocidos, ni con sueldo, ni con prestaciones, y a veces ni con las gracias, a pesar de que se estima que gastamos el 65% de nuestro tiempo en trabajos de cuidado físico y afectivo, de crianza y en labores domésticas. Pensemos nosotros en todas las costeñas que madrugan a vender mangos, a fritar empanadas, a recorrer las calles vendiendo cocadas, que se levantan a diario a rallar el coco para el arroz. Esa ‘buenavida’ de la que nos ufanamos en la costa no sería posible sin ellas, que desde que son niñas hasta que son ancianas se la pasan camellando.

@Catalinapordios