El sábado 17 de junio, un día antes del Día del Padre, hubo un ataque terrorista en el Centro Andino. Tres muertos. Once heridos. Miles de colombianos entristecidos e impotentes. La explosión trajo de vuelta memorias del ataque en El Nogal y otras tragedias que, aunque nunca las olvidamos, no pensamos que las estaríamos recordando por esta razón. Un dolor nacional profundo que cualquier persona sensible hubiera esperado que nos uniera en nuestra solidaridad por las víctimas. Algo que finalmente nos pudiera unir como país. No fue así.
Aparte de aquellos que se solidarizaron con las víctimas y pidieron esperar a que se esclarecieran los hechos (ya se atraparon a ocho presuntos responsables pertenecientes al llamado Movimiento Revolucionario del Pueblo), lo que sucedió fue francamente vergonzoso: un político tras otro condenando el ataque, pero no sin antes aprovecharlo para ganar réditos políticos. Del Centro Democrático se leyeron mensajes como, “Se aprovechan de debilidad del Gob. Santos”, “Impunidad de los crímenes atroces incentiva los ataques violentos”, “El atentado del Centro Andino debe despertarnos… hay que sacar al presidente del terrorismo YA!”. Entre muchos otros.
Por el otro lado, no faltaron quienes dijeron que la intención del ataque terrorista fue sabotear el acuerdo de paz. Gustavo Petro manifestó que “enemigos absolutos de la Paz son sus autores”; Clara López acusó al “uribismo de querer desestabilizar al gobierno y al proceso de paz” con sus reacciones. Incluso algunos analistas políticos culparon indirectamente al expresidente Uribe. En pocas palabras, ningún lado se salvó.
Politizar una tragedia de esta manera demuestra la bajeza de la política colombiana. Acechamos la oportunidad de acusar al otro, denigrarlo, deslegitimarlo. Pero más allá de demostrar lo pobre que son nuestros diálogos políticos, lo verdaderamente reprochable es la irresponsabilidad de nuestros políticos. El uso indiscriminado de la indignación y la incertidumbre para ganar puntos a expensas de un país unido y solidario es una expresión de la mezquindad de muchos políticos colombianos, incapaces de dejar a un lado sus diferencias políticas sin importar la situación.
Esta retórica inflamatoria de nuestro ‘líderes’ políticos se replica y multiplica en las redes sociales, en los espacios de comentarios de Facebook, Twitter, Instagram. De hecho, circuló una cadena de WhatsApp que acusaba a Julie Huyhn, la joven francesa que falleció, de haber sido quien explotó la bomba, alegando que había estado en zonas veredales y era simpatizante del ex presidente francés de izquierda François Hollande. ¿Qué tan cínicos nos hemos vuelto para ser capaces de armar esa conjetura sin la más mínima evidencia?
Todo esto me recuerda un artículo de la revista estadounidense The Atlantic, de hace un par de años, titulado “Mi indignación es mejor que la tuya”. El artículo argumenta que el internet ha facilitado el esparcimiento de la indignación desbordada y descontrolada, libre de pensamiento crítico y reservas. Las redes sociales sirven para masificar el shock y validar nuestra indignación, pero al mismo tiempo atomizan las opiniones y desincentivan el pensamiento crítico. En las redes, todos tienen espacio para expresar su rabia y resentimiento, y de paso mostrar la superioridad moral de su punto de vista y su condición moral. “Te indigna el ataque en el Andino pero no las atrocidades de las Farc”. “Te conmueve la masacre de Bojayá pero no la de los paramilitares en El Aro”. No somos capaces de ver que en el centro de estas discusiones mezquinas e intentos tristes de ejercer superioridad moral y política están hijos, mamás, tías, primas, mejores amigos de compatriotas nuestros. Parece que no nos molesta usarlos como objetos.
Somos incapaces de detenernos un minuto, ponderar y esperar a tener más claridad porque así no es como se ganan puntos en el mar de indignación que nos rodea. No, preferimos contribuir a la incertidumbre y al desasosiego con tal de tener la oportunidad de imponer nuestra visión de país. Pregunto entonces, ¿qué tiene que pasar para que nos unamos?
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