Ya era hora. El proceso del posconflicto en el Atlántico y en Barranquilla –grandes receptores de desplazados por la violencia en tiempos recientes y pasados– parece haber empezado con mayor rigor. Había estudios, discursos y buenas intenciones. Ahora lo vemos más formal, en su segunda fase, con el programa gestores de paz y posconflicto que adelanta la Secretaría de Interior del Departamento con el acompañamiento de la CUC.
En honor a la verdad, los esfuerzos locales se habían dado, pero aún se percibe falta de conciencia del barranquillero y del atlanticense con lo que se sufre en buena parte del territorio nacional. Vivimos aquí en una estupenda zona de confort tropical. Enfrentamos el día a día de nuestras pequeñas angustias, pero qué poco conscientes hemos sido de la violencia nacional. La conocemos de oídas y por televisión y por los miles de padres y madres de familia desplazados, con niños en brazos, que claman en un semáforo por una moneda. O que ofrecen sus servicios por salarios miserables.
Si bien Barranquilla y el Atlántico muestran importantes índices de progreso en muchos indicadores, y sus dos gobernantes están arriba en el ranking de popularidad, nos hace falta mucha solidaridad con el resto del país. Esa solidaridad no debe provenir solo del establishment ni de la academia. Es vital que el ciudadano corriente se ponga en los zapatos del otro, de ese otro que ha sufrido el despojo y la muerte cercana de su familia.
En efecto, sin partidos, ni idearios políticos, necesitamos promover la formación integral de la gente para formar una nueva sociedad colombiana en todos los aspectos. Ojalá que esos 170 líderes que se preparan en el Atlántico sean los grandes multiplicadores que necesitamos. Sobre la falta de conciencia da grima escuchar a nuestros jóvenes profesionales. En sus conversaciones el tema político es ausente y escudan su falta de interés en la corrupción nacional, que no es nueva, pero que ahora se ha disparado en denuncias públicas a través de las redes sociales. Y a falta de noticias violentas sobre las Farc, los medios publican más de la corrupción.
Coletilla del Río: esta reciente inauguración de la segunda fase del malecón frente al río Magdalena es un empoderamiento que necesitábamos en esta ciudad, cuya razón de ser económica más importante es el puerto. En hora buena las recientes administraciones, empujadas por un sentir local, se han dado al impulso de redescubrir nuestro Río Grande de la Magdalena, abriendo ventanas naturales para poder verlo y sentirlo.
Varias generaciones de barranquilleros se fueron sin tener claro por qué la palabra Riomar no solo es un barrio de estrato alto, ni el segmento de un porro popular bailado hasta la saciedad. Hay que saber y entender que somos la unión de esos dos grandes cuerpos de agua que le han dado la jerarquía a esta ciudad, vértice de la Costa Caribe, y la valiosa casa de esquina del mejor lote de la República.
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