*Por Francisco Miranda
Con una veintena de candidatos y a diez meses de la primera vuelta, la campaña presidencial de 2018 ya está en marcha. Encuestas y analistas comenzaron a identificar potenciales nombres que tendrían su puesto asegurado en la segunda vuelta, como el exvicepresidente Germán Vargas Lleras y “el que ponga Uribe”.
No obstante, aún es pronto para saber a ciencia cierta qué tipo de comicios nos esperan.
Si bien no es una infalible bola de cristal, la geografía electoral podría ayudar a visualizar algunos escenarios. Por ejemplo, en Estados Unidos, Francia y el Reino Unido la distribución espacial de los votos refleja realidades de divisiones sociales y culturales mucho más complejas.
Las últimas cinco elecciones en Colombia –legislativas y las dos vueltas de 2014, locales en 2015 y el plebiscito de 2016– muestran una nación partida en dos. A diferencia del ‘trumpismo’ en Estados Unidos, no se trata de las metrópolis costeras liberales contra el interior conservador, o del Gran Londres financiero contra las zonas rurales desindustrializadas del brexit.
Las líneas de fractura de la política nacional no son de clase social –ricos contra pobres–, viejos contra jóvenes, grandes urbes contra ciudades intermedias. En capitales tan distintas como Medellín e Ibagué el Centro Democrático ganó las cuatro elecciones nacionales de los tres últimos años, mientras que desde Barranquilla hasta Pasto la victoria fue santista.
De hecho, con excepción de los comicios regionales de 2015, uribistas y santistas mantuvieron mayorías en los mismos departamentos y capitales: Antioquia, Región Andina y Eje Cafetero, los primeros, mientras las dos costas, Bogotá y Sur, por los segundos.
Esta mirada geográfica nos deja un territorio que no ha sido constantemente uribista o santista en estas cinco elecciones y con un peso electoral importante: los Santanderes. El Centro Democrático ganó la primera vuelta en Santander y también el plebiscito, pero perdió la segunda, las legislativas y las locales. Norte de Santander fue el segundo departamento donde el No obtuvo mayor porcentaje, pero el presidente Santos ganó la segunda vuelta por cinco puntos.
Con una votación cercana a los 1,4 millones, estos dos departamentos son capaces de inclinar la balanza en una segunda vuelta reñida.
El camino hacia el 2018 apenas arranca. El bloque opositor mantiene las mismas caras y mensajes, mientras que el oficialista está fragmentado y con el estandarte de Santos ajado y descolorido. Sin embargo, nada garantiza que los territorios uribistas se mantengan en esa columna ni que “el que diga Uribe” pase a segunda vuelta. Tampoco que los oficialistas e independientes construyan una narrativa tan unificadora de sus diversas tendencias como la paz y el antiuribismo.
De todas maneras, todas las campañas presidenciales deberían estar atentos de los Santanderes. Como se dice en la jerga electoral norteamericana, son un territorio swing o ‘columpio’. Santos los perdió en 2016 y perdió el plebiscito de la paz.
Twitter: @pachomiranda