La crispante noticia se divulgó en los periódicos colombianos y daba cuenta de un atraco cometido en el exterior contra un ex boxeador colombiano, que había viajado a la santa sede según el mismo dio la explicación de su viaje a territorio italiano de querer ir a la sede del catolicismo mundial porque deseaba recibir la bendición del sumo pontífice.

La sorpresa fue grande cuando se dijo en la información, que la víctima de ese despojo inconcebible era nadie menos que Fidel Bassa, campeón mundial de peso mosca cuando en nuestra amada Barranquilla subió a un ring instalado en los campos abiertos del Country Club para vencer irrefutablemente al panameño Hilario Zapata.

Por cierto y para vergüenza de quienes somos barranquilleros de conducta total, el público asistente al country club se portó inicuamente contra la obligada neutralidad que requieren las peleas por un título mundial. Contra Zapata se emplearon todas las tramoyas habidas y por haber alrededor de un ‘match’ de boxeo con título mundial en juego. Hasta en un minuto de descanso que se dio en uno de los asaltos finales, Zapata fue cogido por una mano que lo haló y lo derribó, en una escena brevísima, pero que fue vista por muchas personas, en un acto sin precedentes en la historia de combates por título mundial.

Por cierto que la única pluma deportiva que se manifestó públicamente contra ese y varios desafueros más, fue la nuestra, como así lo reconocieron en su momento numerosos aficionados y asistentes al combate.

Pero dejemos todo eso a un lado para comentar el viaje de Fidel Bassa a Roma, en un hecho por demás singular, ya que en Colombia se produce un viaje tan largo por los dedos de una mano y sobran dedos. En el caso de Fidel Bassa es un hecho especialísimo que se logra en un boxeador retirado desde hace muchos años y quien demostró tener la solvencia económica para irse.

Fidel Bassa está señalado por la opinión pública de los aficionados y gran parte de la prensa deportiva del país, como uno de los casos excepcionales de deportistas que terminaron su carrera con su dinero ganado bien protegido, y luego bien empleado por parte de quien fue boxeador y poco antes vendedor de pescado por las calles aledañas al mercado público.

Por cierto, nos imaginamos la vergüenza pública de las autoridades italianas en este caso cuando es asaltada una figura pública de la simpatía y la adhesión de miles de aficionados que lo vieron pelear brava y dignamente hasta lograr el título mundial de las 112 libras.

Bassa es ahora un empresario reconocido por la sociedad barranquillera, que lo tiene como un personaje surgido de los fondos más bajos de la sociedad y quien ha sabido surgir como una persona digna de la mayor estimación.